Este Búho, desde niño, siempre se sintió atraído por el género del cuento. En mi infancia, los clásicos de Esopo. Mi tránsito al cuento continuó en secundaria, de adolescente, gracias a un profesor al que todo el mundo fregaba, Miguelito, pero yo sabía que, al menos para mí, me daba el elixir del que nunca me iba a separar. La lectura. Nos hizo leer hasta el ‘Ramayana’, imagínense en un colegio de incorregibles. Pero también ‘joyas’ de la literatura peruana. Nunca olvidaré que en ese tiempo leí el más grande cuento peruano para este Búho: ‘Ushanan jampi’, de Enrique López Albújar. También otro clásico, ‘El amigo Braulio’, de Manuel González Prada. ‘El Caballero Carmelo’ y ‘El vuelo de los cóndores’ de Abraham Valdelomar. ‘Osha y el duende’, el inolvidable ‘El trompo’ de José Diez-Canseco y el entrañable ‘Día domingo’ de Mario Vargas Llosa, cuando estaba joven. Pero todo cambió cuando ingresé a la universidad. Los cuentos eran diferentes y yo quiero compartir los relatos breves con los jóvenes que me escriben y me dicen: ‘Búho, cuáles son tus cuentos favoritos’. Para mí es una gran responsabilidad.

- ‘EMMA ZUNZ’. Una obra maestra del argentino Jorge Luis Borges (1899-1986), que se encuentra incluido en el increíble libro de relatos ‘El Aleph’ de 1949. ¿Quién dijo que Borges solo era el maestro de lo fantástico? Nada más terrenal, cotidiano, clasemediero y porteño que los sufrimientos que le toca padecer en el relato a la joven llamada Emma Zunz. Todo comienza con una carta llegada desde Brasil. Un amigo de su padre le comunica que su progenitor, que cambió de nombre a Manuel Maier, murió al beber una fuerte dosis de Veronal. El maestro Borges, el hombre de la narración, detalla los efectos de la muerte de su padre, porque el señor Zunz se cambió de nombre por la ignominia que le significó haber estado en la cárcel acusado de un desfalco que no cometió. Quien lo acusó es ahora jefe de Emma, en la fábrica donde ella es una simple obrera. La chiquilla sabe que el verdadero ladrón es ahora su jefe, y también dueño de la fábrica. Emma, a decir del tercer hombre, va a planificar una venganza. El lector, gracias a Borges, piensa que será suave. Cuando Emma se deja violar por un marinero sueco, todos los lectores lloramos. No me hablen de ternura. Después de leer el cuento, nadie olvidará a Emma Zunz.

- ‘LA NOCHE BOCA ARRIBA’: El argentino Julio Cortázar (1914-1984), el maestro del cuento, escribió su mejor obra, ‘Final del juego’, en 1956. Un libro inolvidable, de color amarillo de la editorial Sudamericana, que devoraba en cualquier rincón de la universidad. De esa monumental narrativa, me quedo con ‘La noche boca arriba’, que es inigualable. Cortázar juega con el tiempo y el espacio de manera brillante y engaña al lector de modo alucinante. Para variar, el erudito narrador es experto en historia latinoamericana. Un joven motociclista sufre un aparatoso accidente y es llevado con una pierna rota a un hospital. Sueña que está en una selva oscura. Se ve vestido con las plumas de los Motecas, en su cinturón tiene un cuchillo. Huele a muerte. Se da cuenta que está huyendo, la sensación es de terror. Luego despierta y habla con una guapa enfermera. Se siente aliviado. El sueño lo hizo sudar. Vuelve a dormir y ahora siente que los enemigos, los aztecas, le están pisando los talones. Es la ‘guerra florida’ y sus enemigos no lo quieren matar, al menos todavía, pues lo quieren capturar para llevarlo a la pirámide donde le sacarán el corazón en una cruel ceremonia. No cuento más. Se han hecho cortos sobre este cuento. Muchos estudiantes intrépidos, luego de leer ‘La noche boca arriba’, nunca más han querido manejar una moto.

- ‘LA INSIGNIA’: Julio Ramón Ribeyro (1929-1994). Es el maestro de cuento en el país. Su saga ‘La palabra del mudo’ nos ha brindado un bufé exquisito, pero uno tiene sus favoritos. Inclusive en los canapés. ‘La insignia’ será, para este columnista, lector, el mejor cuento del maestro. Comienza así: “Hasta ahora recuerdo aquella tarde en que al pasar por el malecón divisé en un pequeño basural un objeto brillante. Con una curiosidad muy explicable en mi temperamento de coleccionista, me agaché y después de recogerlo lo froté contra la manga de mi saco. Así pude observar que se trataba de una menuda insignia de plata, atravesada por unos signos que en ese momento me parecieron incomprensibles… Aquí empieza realmente el encadenamiento de sucesos extraños que me acontecieron…’. Después de eso, al protagonista le suceden cosas que lo catapultan a ser un gran líder, pero este confiesa que no sabe nada de nada del movimiento del que es un gurú. Me quedé corto, luego seguiré con más cuentos altamente recomendables. Apago el televisor.

Si te interesó lo que acabas de leer, puedes seguir nuestras últimas publicaciones por , , y puedes suscribirte a nuestro newsletter.

NOTICIAS SUGERIDAS

Contenido GEC