Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por una rica papa rellena con salsita criolla y un ají de gallina con arroz blanco graneadito. También pidió una jarrita de chicha morada. “María, el fervor por el ‘Señor de los Milagros’ está enraizado en el Perú, pero mueve multitudes aquí y en más de 50 países. Nuestro país es muy religioso.
Pero debe entenderse que esta festividad del mes morado, no es solo la simple tradición del hábito morado y el consumo de turrón. Significa paz, hermandad, solidaridad, amor, entrega y profunda devoción. La gente se conmueve acompañando a la venerada imagen del ‘Señor de los Milagros’, entre ese olor a incienso y los cánticos religiosos. Van con familiares, recuerdan a la abuelita fallecida que acudía seguido a misa y les enseñó a rezar, piden con fe por la salud personal, el familiar enfermo, el trabajo, la unión familiar, la paz, la seguridad en las calles y tantas cosas más.
Muchos le hacen promesas, le rinden penitencias, le agradecen por los favores concedidos y la historia da cuenta de múltiples relatos de devotos que aseguran sus milagros. En 1920, Rosa Angélica Castro había quedado inmovilizada de ambas piernas, pero ella y su madre suplicaron al ‘Señor de los Milagros’ y, repentinamente, sintió una conmoción que la hizo levantarse de la silla de ruedas y caminó. En 1935 a la señora Elvira R. de Dávila no le daban esperanza por un tumor canceroso en el útero, pero rezó al ‘Cristo Crucificado’ y la sanó.
Y en esta década, son incontables los testimonios de fe al ‘Señor de los Milagros’, porque recuperaron la salud, lograron tener hijos tras años de luchar contra la infertilidad, consiguieron salvar su matrimonio, salir de la tremenda deuda que embargaba sus casas y otras situaciones.
La procesión del ‘Señor de los Milagros’ es considerada una de las más grandes del mundo. Por supuesto, con los años, en Lima se ha hecho más evidente que muchos aprovechan la tremenda afluencia de gente para vender todo tipo de productos y ‘ganarse alguito’, mientras que los delincuentes también hacen de las suyas al menor descuido. Pero nada de eso empaña la fe.
Hay quienes critican y despotrican contra los actos religiosos, eso me parece una total falta de respeto a la devoción del pueblo. Mucho menos reneguemos ni echemos la culpa a Dios de que en el mundo haya guerra, hambruna e injusticias. Empecemos nosotros por poner en paz la mente y el corazón, ser buenos esposos e hijos, enseñar el bien a los niños con el ejemplo y pedir ‘un milagrito’ para que a todos nos vaya mejor. Siempre hay que desear el bien a los demás, la envidia nunca será buena, pues contamina el alma”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.