Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un cebiche de tilapia, un chaufa de mariscos y una limonadita frozen. “María, yo soy de la generación que vivía de otra manera la Semana Santa. Los tiempos han cambiado, no soy quién para decirles si es para bien o para mal. La Internet, que hasta hace algunos años no existía, ha hecho que hoy todo sea diferente. Cuando era chiquillo, este tiempo era de recogimiento, de portarse bien y estar con la familia. En Jueves Santo, como miles de familias, recorríamos las siete iglesias, para conmemorar el Vía Crucis de Cristo.
Por supuesto, ese día y el Viernes Santo, que recuerda la crucifixión del Señor, estaba prohibido jugar, decir lisuras, reír o escuchar música. ¡Cómo ibas a divertirte cuando Jesús moría en la cruz para lavar tus pecados! El Viernes Santo era de ayuno y el resto de la semana no se comía carne.
En televisión solo daban películas religiosas. Eran infaltables clásicos como ‘Los diez mandamientos’ (1956), protagonizada por Charlton Heston y el peladito Yul Brynner; ‘Ben-Hur’ (1959), también con Charlton Heston, o ‘Jesús de Nazaret’ (1977), que duraba ¡más de seis horas!
Esta es la época de la ‘semana tranca’, por las tremendas borracheras que se mandan aprovechando los feriados. No soy un moralista, pero es paradójico que una fecha tan significativa para lo espiritual, se haya convertido en sinónimo de desenfreno y perdición para muchos, especialmente los jóvenes.
Creo que los padres somos responsables de esta situación, pues se profese o no la religión católica, estos días feriados deberían ser aprovechados para que la familia comparta momentos juntos. Pocas veces al año, muchos padres e hijos tienen oportunidad de reunirse, de conversar, de escucharse, de sentarse a la mesa. Esos momentos son tan valiosos que no tienen precio.
Los padres deberían oír a sus hijos. ¡Tienen tanto que contarnos! Sus esperanzas, expectativas, temores, problemas simples o complicados. Hay que fomentar en ellos valores como la solidaridad, el amor al prójimo, el respeto a los demás y la protección a la familia. Este momento también es ideal para reflexionar sobre lo que hicimos en los últimos meses, reconocer errores y hacernos la promesa de mejorar. Hay que vivir y trabajar honestamente sin envidias ni hacer daño. Todo en la vida da vueltas”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.