El Chato Matta vino al restaurante por su arroz con pollo con presa grande y una sabrosa cremita a la huancaína. Para calentarse pidió una jarrita con agua de piña. “María, mi hermano Pancholón me timbró desde Miami. El gordito estaba eufórico. Se había bajado un ron Medellín. Era de madrugada pero le contesté.
‘Chatito- me dijo- llevo más de 25 días en Estados Unidos y se me fue la lancha. Estuve con una rubia de 1.80, Dayanee, que me dejó molido. Ya te contaré, lo bueno es que dejé bien a los varones.
Soy Colombia, papáaaaa, acá en Miami todos los colochos, con sus camisetas amarillas, cantan ‘Prenda la radio, encienda la tele, no me molesten que juega la sele’... Tú sabes que varios de mis amores han sido de la tierra del café.
Estoy hospedado en un hotel hermoso de South Beach...’. De fondo se escuchaba una salsa clásica, ‘Corazón mentiroso’: ‘La noche le prestó negro a su cabello y el mar verde esmeralda a su mirada / el fuego de su aliento se pegó en mi pensamiento y entonces fue imposible para mí olvidarla / por lo que has hecho quisiera despreciarte, tener coraje para poder odiarte / pero mi corazón es engañoso y miente para no gritar que todavía te amo’.
‘La vida es una sola, somos los que somos, abre que voy. Recuerdo que le dediqué ese tema a mi amorcito, La Parcerita, a quien conocí en Medellín’.
Esa noche se le subió el trago al gordito y y sacó a relucir que era el narrador estrella de la radio en los noventa y ganaba miles de dólares. ‘De vez en cuando viajaba a Colombia a la Copa Libertadores y siempre en mi cabina de transmisión me acompañaba una ‘mona’ (rubia) llamada Julieta.
A la ‘paisa’ le encantó estar conmigo. ‘Panchito’, me dijo, ‘cuando narras se me pone la piel de gallina. Soy toda tuya mi gordito’. En la tierra de Pablo Escobar mis historias eran eróticas y en los goles ella gemía y se transformaba en una gatita en celo. Esa vez tocaron la puerta de mi cabina y entró un monumento de mujer ofreciendo bandeja paisa para comer en el entretiempo. No pude con mi genio y me fui de avance’.
Pancholón le dijo a la vendedora que se quedara en la cabina. La chica aceptó gustosa, pero Julieta se enfureció, se arrancó el micrófono, los auriculares, los arrojó sobre el soporte y se agarró con la mujer de las mechas. Incluso escuché ‘te mando la moto’.
Las cámaras de televisión captaron esa riña y Pancho salió en los noticieros y periódicos populares: ‘Peladas pelearon por narrador peruano’. ‘Esa noche llevé a mi paisa vendedora de bandejas a mi hotel. Nunca la olvidaré. Ya me puse mi camiseta colombiana y voy con todo con el equipo de James’”.
Pucha, ese señor Pancholón es un cochino y sinvergüenza. Siempre cuenta sus historias, pero su castigo es que se va a quedar viejo y solo. Me voy, cuídense.
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