
Mi amigo, el Chato Matta, llegó al restaurante por un sudadito de cabrilla con una porción de arroz blanco, yuca y rocotito molido. Para calmar la sed pidió una jarra con chica morada. “María, el gran Pancholón es tremendo pecador. En pleno Jueves Santo me mandó un audio de ‘wasap’. Se le notaba que estaba movidazo de tanto ron. ‘Chatito, tú eres mi hermano, me vine a Ica con mi nuevo amor, ahora sí estoy enamorado, ya fue la tóxica, que se quede en Barinitas. Amor de lejos, felices los cuatro. Papáaaaaa...‘.
Se escuchaba bulla. Al toque se puso a cantar uno de sus temas preferidos de Josimar. ‘Yoooo, soy un vagabundo/ que anda por el mundo, derrochando amor/ yoooo, soy un mujeriego, pobre, muy sincero, con el corazón/ me gusta la farra y las mujeres buenas/ vivir con amigos, vaciando botellas/ me gusta la vida, me encanta el amor/ soy aventurero con el corazón. Y a mí me gusta la parranda, a mí me gustan las mujeres...‘.

‘Causita, mucha gente habla mal de mí, que soy un viejo sinvergüenza, pero no conocen lo que he vivido. De chiquillo perdí mi virginidad cuando una prima mayor que trabajaba en mi casa abusó de mí. Me volví podrido. Desde ese día me gustó la calle, la noche, el olor a perfume y tinte barato. Me enfermé de sexo. Una vez en el colegio me suspendieron porque llevé revistas porno y las alquilé a mis amigos. He tenido amores, pero pocas dejaron huellas’.
‘Una de ellas fue Marita, del Callao que era novia de un marino. De lunes a viernes vivíamos una relación prohibida. Los fines de semana se paseaba con su oficial. Cuando su novio se fue a Argentina para un curso, nos íbamos a La Posada. Salíamos con mis amigos abogados y todos me querían ‘partir’, pero se iban de cara. Los ‘mala leche’ le decían ‘tú eres guapa, ¿qué haces con ese gordito?’. Pero algo mío la atrapó.
Pese a ello, le destrocé la vida porque nunca puedo estar con una sola mujer. Le saqué la vuelta con su mejor amiga. Marita nunca me perdonó y se metió con el ‘Rey de los choclos’, que tenía plata y siempre babeaba por ella. A los meses salió embarazada y se casó. Sus amigas me decían que seguía enamorada de mí y que lo hacía por despecho.
El asunto es que la volví a ver. Tenía un bebito. Me dijo que estaba separada de su marido y una de las razones era que el comerciante era tan monse cuando hacía el amor que no duraba ni tres minutos y se quedaba dormido. Volvimos a demoler hoteles con furia. Disfrutamos tanto del sexo que, a veces, subía el cuartelero porque Marita hacía mucho escándalo. ‘Ah, ah, ah, ah...‘, parecía que la estaban ahorcando.
Una noche se puso a llorar en mi hombro: ‘Panchito, los hombres siempre me han tratado mal. Tengo miedo de volver a sufrir, siempre te amé y me trataste como a una de tus mujerzuelas con las que sales’. Solo me reí. Esa noche era la despedida, así que me esforcé en dejar bien a los varones. Un poco más y salgo en hombros de La Posada’”.
Pucha, ese señor Pancholón se pasa de mujeriego y sinvergüenza, no perdona ni la Semana Santa, pero cuando sea más viejo va a sufrir porque ninguna de esas mujeres lo ama de verdad. Encima está mal de la próstata y toma viagra. Me voy, cuídense.
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