El Chato Matta llegó al restaurante por un espectacular arrocito con mariscos y una limonada con hierbaluisa para la buena digestión. “María, recibí el llamado del gran abogado chalaco Calulo. ‘Causita, baja al sauna privado. El gordito Pancholón se ha tomado un par de rones y está confesando sus secretos más íntimos ahora que se acerca su cumpleaños’.
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Entré a la cámara de vapor y Pancholón me abrazó. ‘Chato, tú sí eres barrio y varón. No como esos fuleros que te sonríen de frente y cuando te volteas te clavan el puñal’, dijo, y me dio el nombre de un reporterito de la televisión que se alucina estrella, pero no pasa nada. Cero a cero. Es un chistoso más. ‘Estoy movido, el gol del ‘Orejitas’ me emocionó y terminé en La Posada como los grandes. Al final me sentí como el delantero, definiendo en el área chica con gran calidad de cabecita, elegante. Pero solo duró un ratito, porque después, a solas en el cuarto del hotel, me dio la pensadora porque ya se acerca mi cumpleaños y todos los recuerdos vuelan por mi mente. Recordé aquel día que llegué a mi casa y me habían cambiado las cerraduras, y mis cosas estaban en la calle. Mi señora, toda una dama de casa, me botó para siempre.
Hubo un traidor que andaba conmigo en juergas y encerronas. ‘Pinochín’ me soboneaba, pero en el fondo me deseaba el mal. ‘Los enemigos están cerca de ti’, me di cuenta como en ‘El padrino’. En ese tiempo yo ganaba miles de dólares en la radio y todas las noches ‘liquidaba’ en diferentes canchas. Cerraba locales y hacía fiestas romanas con los abogados del Callao. Pero no me daba cuenta y el tal ‘Pinochín’ iba calladito a contarle mis andanzas a mi señora, como esos idiotas ‘paños de lágrimas’. Yo sé que fue él quien le llevó el video a mi esposa y dejó un sobre con fotos mías y la psicóloga debajo de la puerta de mi casa.
En esos tiempos estaba ganador y la fama y los dólares me marearon. Andaba con un collar de oro de 24 kilates en el cuello, más grande que el de Josimar. Viajaba a todas las Copa América y en Paraguay, después de dos noches de sexo desenfrenado con un mujerón del carnaval, me ‘pepearon’ y me dejaron calato. Era una joya de miles de dólares. Fui a la policía, pero los corruptos me botaron: ‘¡Peruano huevón, ándate rápido a tu país, tú tienes la culpa por meterte con mujerzuelas!’. Me fui en el primer avión.
Ahora me siento cansado. Las amanecidas me están pasando la factura. Sufro de la próstata, el médico me ha dicho que termine rápido por el bien de mi salud, y que no tome viagra porque puede darme un infarto. Pero los guerreros moriremos de pie. Lo malo es que tanta tramposería me tiene podrido. Cuando estoy con una chica no quiero ni voltearme, porque pienso que me van a partir, no puedo controlarme y miro a las mujeres de mis amigos...’”. Pucha, ese señor Pancholón está mal de la cabeza. Su castigo es que se va a quedar viejo, solo y enfermo. Nadie lo va a atender. Me voy, cuídense.