El Chato Matta llegó al restaurante por una sabrosa papa a la huancaína de entrada y unos tallarines rojos con pollo. Después se pidió una tacita de anís para la buena digestión. “María, ahora que se acercan las Fiestas Patrias y muchas familias se unen para viajar, uno se pone melancólico. Desde que me separé no tengo vida de hogar, pero eso sí, siempre estoy pendiente de mis hijos. Tampoco me dan ganas de salir con Pancholón y sus ‘canallitas’. Este Chato se puso a ver una película antigua de cable, ‘La dama de las camelias’, con la inolvidable Greta Garbo. De adolescente en el colegio me mandaron a leer el libro de Alejandro Dumas hijo y me encantó. Se trata sobre el amor de un joven estudiante de buena familia hacia una cortesana (‘lolita’ de alto vuelo) de la corte francesa. Ella estaba acostumbrada a que la mantengan duques y condes que le pagaban su lujoso departamento, carruajes, criados y una renta mensual. Margarita Gautier se llamaba y era bellísima pero muy enigmática. Además, estaba enferma con principios de tuberculosis. El joven Armando Duval se enamora y ella lo rechaza porque lo ve jovencito y no desea arruinarle la vida, pero el joven insiste. En una ocasión, ella tose sangre y él la ve, le alcanza un pañuelo y llora. Ella se conmueve. Nunca un hombre había llorado por ella, todos la buscaban solo por su belleza y cuerpo. Esas lágrimas abren su corazón. Armando Duval y Margarita viven días felices fuera de París, pero el escándalo llega a oídos de toda la ciudad.
El padre de Armando, un hombre respetable, a escondidas va a buscar a Margarita, le llora y le dice que su hija se iba a casar con un duque del que está enamorada, pero por la aventura de Armando con una ‘lolita’, su relación puede irse abajo. ¡Por favor, por esa niña inocente, deje a Armando! Ella accede y rompe con el chico, haciéndole creer que volvía con el duque. Este, despechado y sin saber la verdad, comienza a hacerle daño, pese a que Margarita recae en la enfermedad. Esa novela con final trágico se la regalé a Anita, mi eterna enamorada del instituto. Creo que fue una de las llaves con las que abrí su corazón, pues era muy romántica. Hoy, ella ya no está entre nosotros. Aunque nos separamos, siempre hubo la esperanza de volvernos a ver. Como aquella vez que nos reencontramos en la sala de cuidados intensivos de un hospital. Yo visitaba a un familiar y ella a su madrecita. Habíamos estado peleados mucho tiempo por alguna tontería. Cuando la vi grité: ‘¡Enfermera, póngame en una camilla porque me viene un ataque al corazón!’. Ana se carcajeó con ganas y me dijo ‘Chato loco, no respetas ni a los enfermos’. De allí volvimos a salir. Las únicas veces que iba contento a un hospital era al Angamos de Miraflores, porque nos íbamos a encontrar. Margarita Gautier murió, Anita murió. Así como dijo Armando Duval, devastado: ‘Me voy de París, aquí no me retienen ni amores ni odios’; yo digo por estos días de fiesta: ‘Me voy de Lima, aquí no me retienen ni amores ni odios’”. Pucha, ese Chato ahora sufre. Por escuchar los malos consejos de Pancholón perdió a una buena mujer como Anita. Me voy, cuídense.
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