Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por espectacular shambar con pellejo de cerdo, jamón serrano y costillas ahumadas.. Para calmar la sed pidió una jarrita de jugo de papaya. “María, ayer se jugó la final de la Copa América entre Argentina y Colombia en Estados Unidos. Sorprenden los cafeteros por su gran nivel mostrado con James Rodríguez como su conductor.
El entrenador Néstor Lorenzo, quien dirigió al Melgar de Arequipa hace solo dos años, ha potenciado a sus jugadores. Todos corren, encaran, defienden y van hacia adelante con un dinamismo vertiginoso. Claramente están mucho más adelantados que nosotros, que aún seguimos convocando a jugadores viejos y ‘pechofríos’, o volantes que no juegan hace casi un año y encima paran de juerga en juerga. Aquí hay una culpa compartida.
Por supuesto que los primeros en ser señalados son los futbolistas sin alma, indisciplinados y limitados. Luego entrenadores que no han sacado jugadores para el futuro y los dirigentes mediocres o pillos que solo ven sus intereses y no les interesa el futuro de nuestro fútbol. Llegan a cargos directrices para llenarse los bolsillos de dinero o adquirir poder.
El problema no está solo en el equipo de todos, también en los clubes profesionales, que de esto último no tienen nada, salvo excepciones. Un ejemplo de esta realidad es que hace años somos relleno en las copas Libertadores y Sudamericana. Aquí vienen jugadores acabados y sin cartel, quitándole posibilidades a los jóvenes peruanos.
Hace tiempo que no aparecen estrellas como Teófilo Cubillas, Claudio Pizarro, Julio César Uribe, Franco Navarro o César Cueto. Es básicamente porque nuestro torneo es malo, se juega en canchas horribles, los clubes no tienen campos de entrenamiento y menos divisiones menores. Y nadie les exige nada, pues en ‘río revuelto ganancia de pescadores’. Así seguiremos estando, entre los últimos del continente, si no cambiamos esta situación”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.
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