Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un filete de bonito frito con arrocito graneado, salsa criolla y su rocotito molido. Para tomar pidió una jarrita de cebada heladita. “María, de protesta en Lima por los recientes asaltos sufridos a manos de asaltantes y extorsionadores, que han dejado dos personas fallecidas.

Especialmente estremecedor fue el homicidio del barbero loretano Anthony Yumbato, de 18 años, quien recibió dos balazos en la espalda y la cabeza, en Chorrillos, al enfrentarse a un hampón venezolano que quería robarle el celular.

Así como los barberos, otros emprendedores, como los bodegueros, mototaxistas o cebicheros, sufren todos los días el embate de la delincuencia peruana y extranjera, estos últimos son los más sanguinarios y salvajes.

Por eso necesitamos respuestas inmediatas de las autoridades, tanto del Ejecutivo, como del Congreso, el Poder Judicial y el Ministerio Público. Por lo pronto, expulsar a todos los delincuentes extranjeros, a los indocumentados, a los vagos y a los informales. Debería abrirse prisiones para los que cometen robos menores, pues debido al hacinamiento en los penales, los jueces liberan a los asaltantes de poca monta y a los que no son cabecillas.

Hagan prisiones de máxima seguridad en la puna para enviar ahí a los más peligrosos y liberar las calles de esas lacras. En esos lugares apartados no tendrán señal de celular. Nada de derechos humanos para los que aterrorizan y matan gente inocente.

La sociedad se estaría defendiendo de esa manera. Jueces, fiscales, ministros, policías: no hagan caso a esas ONG de derechos humanos o a esos supuestos líderes de opinión que están en contra de la mano dura y que se preocupan más por el bienestar de los asesinos que por los ciudadanos honrados.

Ya estamos hartos de que nos maten en el micro, en el restaurante o que baleen una clínica donde solo hay enfermos. ¡Ya basta! ¡Mano dura contra el hampa!”. Me voy, cuídense.

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