Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un seco de pollo con arrocito y ensalada de lechuga. Para tomar pidió una jarrita de jugo de maracuyá al tiempo.
“María, el país vive, sin duda alguna, la peor ola criminal de su historia. Es igual de peligrosa que la época terrorista. La gente sale a trabajar o estudiar sin saber si regresará con vida. Todos los días matan a un chofer de bus, al dueño de una pollería o un mototaxista. Las mafias no dudan ni siquiera en poner bombas o disparar contra colegios particulares, con el fin de conseguir cupos de dinero.
Pero mientras un puñado de policías trabaja para ubicar y detener a estos criminales, otros malos agentes son rateros o corruptos. Es el caso del suboficial PNP Víctor Hinostroza, alias ‘Rayo’, quien comandó el violento asalto a una empresa para robar 6 kilos de oro valorizados en dos millones de soles, en el Callao. En ese atraco murió uno de los hampones, un policía de nombre Edgar Morales.
También se descubrió que una mafia que roba carros de lujo tenía entre sus cómplices a dos policías, quienes se encargaban de gestionar denuncias falsas para tramitar placas y papeles como si todo fuera legal. O sea, en lugar de combatir el crimen, hay efectivos que colaboran con él. Por supuesto que hay policías honestos y sacrificados, que dan su vida en el afán de proteger a la sociedad de las lacras, como el agente que el sábado fue asesinado por un sicario en la localidad de Pataz, La Libertad. Pero urge una revolución en la Policía.
Ojalá que la declaratoria de emergencia aprobada por el Congreso haga algo. Se necesita cambiar los parámetros para elegir a los ingresantes a las escuelas PNP de todo el país. Fuera el tarjetazo o el cobro para aprobar los exámenes. Ya se sabe que la PNP ha sido infiltrada por las mafias. Hay que expectorar a los malos de esa institución, sin miedo. Que el Ministerio Público y el Poder Judicial colaboren con esto”.
Gary tiene razón. Me voy, cuídense.
