El Chato Matta llegó al restaurante por una milanesa gigante con arroz blanco graneadito, ensalada fresca con tomate y rocotito molido. Para bajar la grasita se pidió una jarra con emoliente tibiecito. “María, el viernes reapareció el gran Pancholón.
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El gordito es un reviente, siempre está dispuesto a hacerla, es callejero al mango y ‘parador’. Me invitó un roncito en las rocas y me contó la historia de un amigo abogado. ‘Causita -me dijo-, creo que voy a terminar solo en la vida y no me hago paltas.
Desde chibolo me volví ‘podrido’ y desconfío hasta de mi sombra. Me sorprenden algunos casos de la vida real, más bravos que los que pasa Andrea Llosa. A mí nadie me ‘come el coco’. Conozco muchos hombres que son de barrio, caminantes de la vida, pero débiles de carácter. Un flaco, que jugaba fulbito conmigo en la canchita de ‘Tarzán’, sufre por el amor de una flaca que se parece a las ‘chicas de Tulum’. La otra noche nos cruzamos en el grifo. Yo echaba gasolina y él compraba un trago corto. Ya estaba avanzado, movido. ‘Maestro, le cuento que me separé de mi esposa y ahora la extraño. Acompáñeme con un trago’.
Me agarró en mi cuarto de hora y acepté. Lo vi mal. Me contó su drama, su gran error fue irse a vivir con una zambita, de unos rulitos con gel bien rica. Y tuvieron un hijo. Se sinceró conmigo en el cuarto vaso del ‘ronie walker’. Llorando, me reveló: ‘Ella me decía que me amaba con pasión y locura. Que sus caídas eran el pasado, pero conmigo se iba a plantar. Ahora la ven en privaditos, chapando con uno y otro jugadorazo, y a mi chibolo lo cuida su mamá o lo encarga en la casa de una amiga. Yo sabía que era movida, pero pensé que cambiaría’. Y era ‘cara de palo’. Le cantaba ese tema de You Salsa: ‘No te contaron mal/ no te voy a negar/ Sí nos besamos, nos entregamos/ pero hasta ahí nomás/ Fueron unos cuantos besos, dos o tres caricias/ Me ganó el deseo de que fuera mío/ Hubo coqueteo. Y pues, ¿yo qué hacía...’. Los viernes y sábados en la noche la timbraban las amigas y se ponía nerviosa, sudaba.
Cuando sonaba el celular le daba terciana y todo el día jugaba con el aparatito. Una vez quise agarrar su celular y casi me mata. Algunas veces me pedía su espacio para salir con sus amigas y se aparecía a las 5 de la mañana. Quise parcharla, pero explotó y se fue de la casa dejándome a mi pequeño que llora por su mamá'. Tuve que tranquilizarlo. Eso le pasa a muchos chibolos y hasta viejos que se emocionan con una carita, con un buen cuerpo o una ‘leona’ en la cama. Aquí unas frases de cliché que yo escucho y me río porque hace 30 años suenan en mis oídos en los cuartos de hotel:
1. Nadie me hizo sentir tan mujer como tú.
2. Yo te seguiré hasta la luna, deja tu casa, escapémonos, si quieres a un cerro, estaré a tu lado.
3. Quiero pasar el resto de mi vida contigo y cuidarte de viejito.
4. Tú eres bueno, eres lo máximo.
5. Lo que no fue en tu año, no te hace daño. Las damas no tienen pasado.
6. La gente envidia nuestra felicidad. Somos el uno para el otro. Además, nadie sabe lo de nadie.
7. Soy tuya, mi gordito, y de nadie más. Me hubiese encantado conocerte antes.
8. Me has marcado para toda la vida.
Pucha, el flaco seguía llorando. Pobre muchacho, tiene más cuernos que un reno’”. Qué tales historias. Me voy, cuídense.
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