Mis amigos periodistas, el fotógrafo Gary y el ‘gigantón’ redactor ‘Barney’, ni bien se enteraron que una bomba literalmente destruyó parte del centro de Beirut, en el Líbano, corrieron a buscar al legendario periodista de policiales, ‘El Sonámbulo’, para que los ilustre sobre el tema. Coleguitas, para empezar, me resisto a pensar que solo han muerto 73 personas, como dicen las ‘cifras oficiales’.Las imágenes son desgarradoras y he visto decenas de autos achicharrados, edificios destruídos. Para que se den una idea de la magnitud de la explosión, es que entre los cuatro mil heridos se encuentran la esposa del primer ministro, Hasan Diab y su hija. El Sonámbulo pareció quebrarse y nos dijo: ‘Amigos, me hizo recordar una comisión que nunca olvidaré, la más triste de mi vida, aquella noche del 16 de julio de 1992, en Miraflores, cuando se produjo el sangriento atentado dinamitero en un edificio de la calle Tarata.
Los sanguinarios terroristas de Sendero Luminoso cargaron en un auto Datsun, 400 kilos de dinamita, para volar un banco de la avenida Larco, pero como los policías no los dejaron estacionar, avanzaron unos metros, se bajaron y dejaron rodar el carro hasta la calle Tarata. La explosión fue brutal y destrozó todo a 300 metros a la redonda: viviendas, bancos, centros comerciales, vehículos. Además de los 25 muertos y cerca de 200 heridos, desaparecieron cinco personas. El relato de lo que pasó segundos después, me lo contó una niña, meses después, Vanessa Quiroga Carvajal de 12 años, hija de una vendedora ambulante de golosinas y me desgarró el corazón: ‘Mi mamá me cargó, la gente corría de un lado para otro, ensangrentada y gritando. En eso, le dije a mi mamá que me dolía la pierna. Fue entonces que ella dio un grito. Mi pierna no estaba, había volado. Mi mamá corrió en busca de mi pierna para colocarla en su sitio, pero no la encontró. Me llevaron al hospital ‘Casimiro Ulloa’ y meses después los doctores me colocaron una prótesis'. Veo una y mil veces las imágenes de las dos explosiones en el Líbano, veo los muertos, carros destruídos y corro a tomar un whiskie doble. Pero paradójicamente, al ver las columnas de ‘Crímenes sin resolver’, un grupo de coleguitas me ha propuesto dar clases virtuales a alumnos de una prestigiosa universidad. No sé, siempre he pensado que el periodismo se hace en la calle. Pero por los jóvenes que le han insistido al Decano de la Facultad, lo voy a pensar. Eso sí, no lo hago por el vil metal que lastimosamente tuerce a muchos buenos periodistas que se venden a políticos, empresarios y dirigentes por unas monedas. Ese me da naúseas”. Pucha ese señor Sonámbulo es lo máximo. Me voy, cuídense.