Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un caldito de gallina con su huevo duro, cebollita china y harto ají. Para tomar, pidió chicha morada fría. “María, qué orgullo saber que Lima está en el ‘top 3′ de las cien mejores ciudades del mundo para probar comida local.
El reconocimiento lo publica el portal Taste Atlas o ‘Atlas del sabor’, considerado guía de experiencias de viaje gastronómico. Solo la superan las localidades italianas de Florencia y Roma. Y está por encima de Nápoles, Hong Kong, Ciudad de México, Nueva York, París, Tokio y Milán. Nada menos.
Esto es fruto de la creatividad y el esfuerzo de los cocineros peruanos, pero también de haber elegido los sabores e ingredientes exactos para fusionar varias comidas a la vez: como la autóctona, italiana, española, árabe y africana. Los viajeros extranjeros especialmente recomiendan el cebiche, tiradito, anticuchos, ají de gallina, butifarra y salchipapas. De a pocos, gracias a pioneros como Gastón Acurio, Bernardo Roca Rey o Virgilio Martínez, entre otros, nuestra gastronomía ha ido ganando millones de adeptos en todo el mundo.
Ahora se puede ver restaurantes de comida nacional en lugares inimaginables, como Bangkok (Tailandia), Dubái (Emiratos Árabes), Moscú (Rusia) o Finlandia. Por mi trabajo he logrado viajar a algunos países de la región y puedo dar fe de que como nuestra comida no hay. Es la más rica, sabrosa, diversa y creativa que hay.
Efectivamente, la gastronomía debe ser un punto de atracción turística, como existe en Italia con sus pastas o en Francia con sus omeletts. Hasta hace unos años se realizaba en Lima la feria Mistura, que congregaba a los restaurantes más importantes de la capital, pero también a los huariques y vendedores callejeros de exquisita mano.
Cientos de miles visitaban la feria, ya que no solo iban por comida, sino también por los talleres, exposiciones y otras actividades que había. Debería volver a darse, quizás no como negocio sino como atracción turística.
El Perú quedó muy golpeado tras las asonadas violentas de diciembre y enero último, en especial en el sur del país. Cusco, Puno y Arequipa estuvieron paralizados varias semanas. Los turistas que se quedaron se llevaron una mala impresión. Necesitamos revertir eso y atraer visitantes que nos dejen sus divisas.
Con los dólares hay trabajo, los artesanos pueden vender sus productos, los guías tendrán visitantes para trabajar y los restaurantes podrán vender sus potajes. De allí la importancia de este sector económico.
La industria turística mueve muchos sectores: la gastronomía, confección, artesanía, transporte, hotelero y mucho más. Aprovechemos nuestras ventajas no solo geográficas o de pasado esplendoroso, sino también el presente que es nuestra comida y la gente hospitalaria que tenemos en los diferentes rincones”. Asu. Qué buenas palabras. Me voy, cuídense.