Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por sus lentejitas con su arroz graneadito, su cabrillita encima y su jarrita de carambola. “María, llegué al diario temprano y me encontré con el mítico periodista de policiales, ‘El Sonámbulo’.
Estaba mirando un video escalofriante: la cantante de cumbia trujillana Pricilla López (18) fue baleada a sangre fría a plena luz del día, por su acompañante, un maleante de ‘Los Malditos de La Esperanza’, Danilo Valverde (23), que se había obsesionado con ella y no pudo soportar el rechazo. A menos de medio metro le disparó tres veces.
El último tiro en la cabeza para acabarla, pero ella sobrevivió de milagro, pues la bala rozó el cuero cabelludo. Sin embargo, las otras dos balas la dejaron postrada en una cama dos meses y hasta ahora sufre las graves secuelas.
Siempre me he puesto a pensar por qué muchas cantantes han terminado asesinadas por psicópatas, como el caso de la ‘Princesa’ Alicia Delgado, a manos de Pedro Mamanchura, según la sentencia, por órdenes de Abencia Meza. Pero el caso más emblemático fue el de la megaestrella de la música tex mex, Selena Quintanilla. Justamente estoy viendo su miniserie en Netflix.
La historia de Selena es un ejemplo de emprendimiento. Su padre era hijo de mexicanos inmigrantes en Los Ángeles. En su juventud cantaba rocanrol con un grupo de chicanos llamados Los Dinos, pero eran incomprendidos porque cantaban en inglés siendo mestizos. Decepcionado, se retiró y decidió hacer una banda con sus dos hijas pequeñas, Suzzete en la percusión y Selena en la voz: Los Dinos y Selena.
La niña tenía una voz esplendorosa, pero cantaban en inglés, baladas. Abraham Quintanilla apostó todo por la carrera de su hija, enfrentándose incluso a sus maestros de secundaria, que lo quisieron denunciar de explotación.
Su esfuerzos fueron recompensados cuando Selena firmó un jugoso contrato con el sello EMI y se volvió una figura conocida, a la que catalogaban como la futura Gloria Estefan. Graba temas icónicos como ‘Como una flor’ y su álbum ‘¡Live!’ ganó el Grammy Latino, vendiendo 300 mil discos. Se había convertido en una estrella y todo lo que tocaba se convertía en oro.
Hasta que llegó su desgracia con el nombre de Yolanda Saldívar, quien organizó su club de fans mientras la cantante abría una cadena de boutiques que le reportaron cientos de miles de dólares, y las dejó bajo la administración de Saldívar.
Pero el padre de Selena descubrió un desfalco de 60 mil dólares de cheques falsos de parte de la que sería su asesina, y se lo comunicó a la cantante, que le pidió todos los papeles de la contabilidad. A la segunda reunión en el hotel de Saldívar, esta sacó un revólver y le disparó por la espalda, mientras le gritaba ‘perra’.
La muchacha murió desangrada y Saldívar se encerró en su camioneta cinco horas, amenazando con suicidarse rodeada por la policía. Hoy cumple una condena de cadena perpetua sin libertad condicional’”. Pucha, qué terribles historias. Pero a mí me hubiese gustado ser cantante. Me voy. Cuídense.
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