El Chato Matta llegó al restaurante por una sabrosa pachamanca con carne de res, chancho, pollo, papitas doradas y ají huacatay. “María, el gran Pancholón me mandó un mensaje urgente. ‘Chatito, deja todo y baja en one a mi búnker, somos los que somos’...
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Cuando llegué, el abogado mujeriego escuchaba a todo volumen una de sus canciones preferidas del maestro Héctor Lavoe: Me paran siempre en la calle/ mucha gente que comenta/ oye Pancho, tú estás hecho/ siempre con hembras y en fiestas/ Y nadie pregunta/ si sufro, si lloro/ si tengo una pena/ que hiere muy hondooo… ‘Causita -me dijo-, la vida da muchas vueltas.
Me timbró el doctor Chotillo, el cirujano de las estrellas: ‘Pancholón, por fin me contestas. Tengo una nueva novia espectacular. Operé dos rodillas, salgo en televisión, estoy ganadazo y mi novia Mery está de viaje con su familia, así que tengo cancha libre. Quiero hacerla linda, pero en un sitio bien caleta. Panchito, la amiga de mi hermosura se muere por conocerte. Ya de ahí que pase lo que pase’. Me emocioné y dije ‘bingo’. Apenas entré a su depa de soltero vi al cirujano que abrazaba a un mujerón. Milett y Dorita son un chancay de a ‘china’ a su lado.
Chotillo la tenía bien apachurradita. ‘Ella es mi amor y su amiga es toditita para ti’, me dijo. Volteé y vi a una tía que se parecía a Paloma de la Guaracha. No seas malo. La mujer se acercó y gritó: ‘Panchito, no te me corras, bombón. Ya me contaron que eres el Coyote, porque solo paras con trampas, ja, ja, ja’...
La belleza que estaba con el doctor me impactó, se llamaba Julieta, era argentina y vi que lo besaba con los ojos bien abiertos’. Pancho no perdió tiempo, se tomó dos vasos cargadazos de Johnnie Walker etiqueta dorada y gritó: ‘Julietita, te voy a narrar el último gol de Lapadula, solo para ti: Toca la pelota Cuevita, avanza por la banda izquierda, se perfila, levanta la cabecita, tira el centro, la mata el Bambino con el pecho, la amortigua, frena, qué calidad, por mi santa madrecita.
Se enfrenta al arquero, dispara y gol, goooool, gooooolllllll, peruano, carajo. Para todo el mundo, por mi viejita, por mi mazamorrita. ¡Bambino, vales un Perúuuuuuuu!’. La gaucha, que ya se le había subido el whisky, se emocionó. ‘Los argentinos haremos barra por la Blanquirroja’... Al partidor le brillaban los ojos. Después se acercó a Chotillo y le sirvió otro vaso de whisky llenecito. ¡Lo quería emborrachar! El cirujano ya estaba movidazo. ‘Tú me salvaste de un juicio, Panchito, te debo la vida, te agradezco, eres mi hermano...’.
El gordito, en vez de abrazarlo, le volvió a llenar el vaso con whisky y no le puso agua ni hielo. Al rato llamó gritando al chofer: ‘Hey, maestro, el doctor ya está cansado. Llévalo en tu taxi a su casa y, de paso, dejas a su amiga Paloma. Yo voy a llevarla a ella a comer un sanguchón a la Marina’. Al rato se perdieron con dirección a La Posada. Los gritos de ¡ah, ah, ah!, gol, gooool, gooool, se escucharon a varias cuadras a la redonda”. Pucha, ese señor Pancho no respeta nada, ni a sus amigos. Me voy, cuídense.