Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un bistec a lo pobre con su huevito frito, arroz graneado, plátano y papas fritas. Para tomar, una jarra de chicha morada. “María, mientras el presidente Pedro Castillo y sus ministros están ocupados en defenderlo de las graves denuncias por corrupción que obran en su contra, la delincuencia crece cada día más y ya no solo amenaza a las empresas y la gente de dinero, sino que se ensaña con humildes comerciantes y vecinos.
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Lo último es que estas mafias, la mayoría de las cuales son dirigidas por extranjeros, están extorsionando a las pequeñas bodegas de los conos de Lima con ‘cupos de seguridad’. Muchos, asustados, aceptan entregar dinero a los malvivientes. Otros, los que se resisten, sufren el terror de ver cómo sus viviendas o negocios son baleados o reciben mensajes amenazadores acompañados de balas. La otra vez informamos que los extorsionadores también han empezado a tallar en las obras de construcción o de reparación de viviendas en barrios humildes.
Ya no saben de dónde sacar dinero, ante la inacción del Gobierno, distraído en elaborar salidas a los evidentes actos de corrupción en los que están sus principales autoridades. A veces dan ganas de darle la razón a esa socióloga que la otra vez habló de que no hay Estado más allá de los límites de San Isidro, La Molina, Miraflores y Surco. Muchos barrios de la misma capital son tierra de nadie, allí no impera la ley y los vecinos se sienten desprotegidos ante tal embate del hampa.
Esto es obra también de la corrupción. Porque si no hubiera tantas autoridades corruptas, que lideran verdaderas organizaciones criminales, oficiales de la Policía tan valiosos como el coronel Harvey Colchado no estarían dedicados a buscar alcaldes, ministros, presidentes o congresistas envueltos en actos de corrupción.
Desde acá le pedimos también al presidente Pedro Castillo que cumpla su palabra, su promesa de campaña de botar a los delincuentes extranjeros en 72 horas. Estamos hasta el cuello de hampones. Basta ya de consideraciones de derechos humanos. El que mata un inocente, el que extorsiona, el que roba lo poco que gana un trabajador, el que secuestra o el que arrebata un celular con violencia debe ser tratado con dureza.
Y si es extranjero, expulsado de nuestro país. Hace unos meses Argentina expulsó a un narco peruano, rey de la droga en Buenos Aires, porque desde prisión seguía manejando los hilos de las drogas en ese país. Hay que ser prácticos y defender a los buenos, a los honestos. Y no ser como esas ONG que solo se dedican a defender a los delincuentes o a los terroristas. Ya basta, estamos en guerra contra el hampa. Y esa guerra debería ser total hasta eliminarla completamente para volver a caminar por las calles sin miedo”. Asu, mi amigo Gary dice la verdad. Me voy, cuídense.