Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un sabroso arroz con pollo con presa grande y ensalada criolla. Para beber, pidió una chicha morada friecita. “María, la fiesta ‘Sexy Halloween’ que se realizó en el malecón de la Costa Verde, en una zona de Magdalena, fue un caos total que de milagro no acabó en tragedia.
Cientos de borrachos hombres y mujeres, al finalizar, cruzaban la pista entre los carros que pasaban a toda velocidad y que pudo matarlos. La citada reunión no contaba con autorización, ni de la municipalidad del distrito, ni de la Onagi, por considerar que el lugar no ofrecía las garantías necesarias. Los asistentes, dicen que unos 17 mil, se emborracharon toda la madrugada sin control.
Hasta una chica ingresó ¡¡con un hacha de verdad!!, un arma letal, como parte de su disfraz, pero con la que se pudo provocar una desgracia. ¿Y si algún borracho celoso con diablos azules se la quitaba para atacar a su pareja o a un rival de amores? Lo peor fue que hasta se dejó entrar a menores de edad, quienes también consumían alcohol con total libertad.
Una adolescente de 14 años, que según testigos había tomado licor, se perdió durante la madrugada. Nadie sabía qué había pasado con ella. Un primo suyo, quien dijo tener 17 años, afirmó al borde de las lágrimas que la última vez que la vio, un joven la había sacado a bailar. ‘No sé si le puso algo en su trago’, señaló angustiado en la mañana. Felizmente, la chica apareció después.
Ojalá que esté bien. Se anunció que los organizadores serán denunciados penalmente, entre otros cargos, por desacato a la autoridad y exposición de personas al peligro. Para comenzar, cómo la seguridad permitió que alguien entre con un hacha de verdad. Cuántos más habrán estado emborrachándose hasta con armas de fuego. Además, cómo es que permitieron ingresar a menores. ¿Y los padres de esos adolescentes? Definitivamente, algo muy mal está pasando en nuestra sociedad. Porque es difícil entender cómo una madre, un padre, pueden dejar a una hija, chiquilla aún, ir a una fiesta de madrugada con adultos. ¿No les incomodó imaginar a su pequeña bailando con un ebrio desconocido de 40 o 50 años? ¿Y si alguien la dopaba con alguna droga para llevársela y dañarla para toda la vida, o para matarla?
Los padres tenemos la obligación de educar bien a nuestros hijos, y eso implica darles mucho amor, escuchar lo que dicen e imponer disciplina, con respeto y firmeza. Un padre no puede permitir que su hija menor de edad se amanezca en una fiesta pública, así digan que estará acompañada de primos y hermanos. En discotecas y fiestas similares, aparte de trago, corre mucha droga, como éxtasis y cocaína, que se consume en los baños.
Abundan también los violadores, siempre al acecho de alguna víctima. Un padre no puede ceder a las exigencias de sus hijos, por más que quiera complacerlos, si ve que al hacerlo correrán peligro. Lo primero es su seguridad”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.
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