Mis amigos, el fotógrafo Gary y el redactor gigante, ‘Barney’, llegaron al restaurante por su lomo saltado con papitas crocantes y su jarra con aguita de carambola. “María -me dijo Barney-, hay crímenes que nunca podrán olvidarse, porque han quedado registrados en una cámara de video para siempre. Ese es el caso del venezolano que asesinó a su esposa, compatriota y madre de su hijito de cinco años, en pleno corazón del emporio de Gamarra a plena luz del día. Fue solo hace unas semanas. Después de matarla, se colocó la pistola en la sien y se suicidó. En la pista del jirón Humboldt quedaban los cuerpos de Jolimar Josefina Mendoza Mendoza (30) y su esposo, Carlos Hernández Rodríguez (30). Los transeúntes vieron horrorizados cómo la joven huía y era perseguida por su pareja, quien la alcanzó y le disparó por la espalda tres veces, para luego suicidarse. La muerte de Jolimar fue una ‘muerte anunciada’.
Según su hermana, el motivo fueron los celos enfermizos del esposo. ‘Si no vas a ser feliz conmigo, ni tú ni mi hijo serán felices’, le había escrito por WhatsApp. Pero no siempre ambos tuvieron esa relación tormentosa, la hermana mostraba fotos en su natal Barquisimeto, dos años atrás. Fotos que demostraban felicidad total, en la playa, los tres como una familia feliz. ‘El problema -relató la hermana- empezó cuando ambos llegaron a vivir a Perú en busca de un futuro mejor’. La guapa Jolimar consiguió trabajo rápido, como mesera en Gamarra. Carlos no quería vender caramelos, y se quedaba cuidando a su hijo, pero renegaba si su esposa llegaba de noche a su casa. ‘¡Me estás engañando, traidora!’, le gritaba.
Jolimar escribió a su madre y hermana para que vinieran a apoyarla porque su esposo empezó a agredirla físicamente y ella lo denunció a la comisaría. ‘Lo dejaron salir, porque el policía le dijo que tenía que llegar con heridas serias para encerrarlo. Si lo hubieran detenido, ella estaría viva’. La hermana y madre de Jolimar llegaron al país y se alojaron en el quinto piso del mismo edificio en El Agustino. Cuando Carlos volvió a agredir a su esposa, ella y su hijo se fueron a vivir al quinto piso con la mamá y él se quedó solo. Pero, borracho, subía y quería tumbar la puerta: ‘¡Por favor, volvamos a ser una familia!’, imploraba y amenazaba.
Varias veces los vecinos llamaron al serenazgo. La gota que derramó el vaso fue la nueva relación de Jolimar con un viejo amor de adolescente de Barquisimeto, un joven que trabajaba como cocinero en un restaurante. Enterado de la relación, Carlos continuó haciendo escándalos a Jolimar y ella se fue a vivir con su hijo a casa de su nuevo novio. El día del cumpleaños del pequeño, Carlos lo sacó a pasear y el niño no quiso estar con él, lloraba. ‘Quiero estar con mi mamá y mi papa’, le dijo y eso desquició al venezolano. Como trabajaba de guachimán, tenía un arma. Esa mañana esperó a Jolimar escondido en una galería. Ella no pensaba ir a trabajar, pero al final llegó a Gamarra. Allí se encontró con la muerte en el rostro de Carlos, quien cumplió su promesa: ‘Si no vas a ser feliz conmigo, ni tú ni mi hijo serán felices’”. Pucha, qué terrible historia. Me voy triste, cuídense.