
El Chato Matta llegó al restaurante por un poderoso sancochado con carne de res, pollo, choclo, un choricito que le da un rico sabor y ajicito molido. “María, te cuento que Pancholón se perdió dos días seguidos. Recién resucitó ayer oliendo a ron y me invitó a su sauna favorito. Al toque le pusieron hierba fresca con eucalipto, hierbaluisa y cáscaras de naranja. El gordito pidió un par de cervezas heladitas para bajarla y se empezó a reír de las Pamelas, Marisol y Cueva.
‘Solo te digo, chatito, que un varón puede tener una y mil batallas en la calle, pero jamás ser patán ni atorrante’. Después se puso a contar sus historias, que son alucinantes. ‘Causa, no te había contado, pero hace unas semanas volví a ver a Cindy, una flaquita de las pocas que me movieron el piso. La conocí cuando recién me había casado. Siempre he sido pecador y espero que el de arriba me perdone. Cindy era una delicia.
Las mujeres que me conocen y dicen que tengo el corazón de piedra, porque nunca me enamoro. Solo amé a la que fue mi esposa, pero no puedo negar que un buen tiempo Cindy me tenía loco. Me la presentó una amiga. Las dos estaban borrachas. Ojitos grandes, pelo bien negro, boquita de fresa y una cinturita como Thalía. Una perita. Desde que la vi, le tiré maicito y a la primera la invité a bailar una salsa sensual. De arranque me dijo: ‘Así que tú eres Pancholón, tremendo jugadorazo. Te he visto desde mi ventana con varias mujeres, eres terrible’.
Mi fama era grande en el Callao y le había picado el bichito de la curiosidad. Esa misma noche me la llevé a La Posada. Era como una gatita tierna que se acurrucaba en mi pecho. Con los días se metió en mi bobo. Le cantaba al oído un tema del zambo Cartagena: ‘Sin ti, no hay nada sino estás tú/ Sin ti, se apaga el amor/ Sin ti, se apaga el amor...’. Tenía la cabeza caliente.
Por un momento pensé dejarlo todo para irme con Cindy, pero después reaccionaba y, como buen ‘viejo zorro’, me decía ‘no pasa nada, el varón y parador no se enamora en la calle. Si ella se metió conmigo sabiendo que era casado, después me la va a hacer a mí’. Hasta que salió embarazada. Ella ponía mi mano en su vientre y me decía: ‘Va a ser gordito como tú, hasta sacará la lengüita’.
Por cosas del destino perdió al bebé y lloró como una niña, pero algo se rompió entre nosotros y me fui alejando. Hace poco nos cruzamos en la calle y estaba mejor que nunca. Madurita y con mejor cuerpo. Me contó que se iba a casar con un viejo estadounidense y se iría a vivir a Houston. No resistí la tentación y le invité unos tragos. Volvimos a La Posada y en la oscuridad me susurró: ‘Nunca te pude olvidar, Panchito. Tú eres el único que me hizo sentir mujer. Siempre voy a ser tuya’.
Pero yo estoy curado de ‘floros baratos’. La embarqué en su taxi y me fui cantando ‘Trampolín’, de El Gran Combo: ‘Recuerdo que al encontrarte llorabas desesperada/ El dolor y la amargura, mujer, de tu vida fracasada/ Y hoy que tienes otra vida/ ya te sientes liberada/ Terminó la pesadilla, mujer,/ de tu vida fracasada/ No cumples con tus promesas de amor…’. Por qué ser solo de una si puedo ser de todas. Ya le dije a la tóxica que nunca me voy a casar con ella, soy callejero’”. Ese señor Pancholón es un tremendo sinvergüenza. Terminará viejo y solo por cochino. Me voy, cuídense.

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