Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un seco de res con arrocito blanco bien graneado y, para tomar, un emoliente calientito. “María, el último jueves se celebró el Día del Campesino, ese hombre esforzado del campo gracias a cuyo sacrificado trabajo todos los peruanos podemos alimentarnos.
Siempre tendremos una deuda con los agricultores, pues su labor comienza de madrugada y casi siempre es mal pagada económicamente. Pero la importancia del hombre del campo va mucho más allá, pues gracias a él nuestro país puede preservar cultivos oriundos que de otra forma desaparecerían.
Ahí están las miles de variedades de papa de las que disponemos. Las nativas tienen un sabor exquisito, con distintas formas y colores, y su cultivo requiere de cuidados que van más allá de la rentabilidad económica. La riqueza de las papas nativas radica en hacer descansar la tierra algunos años, hasta diez incluso. Esto significa que tras una cosecha en esa tierra no se siembra nada.
Los agricultores que hacen esto lo hacen por amor a su herencia y un sentido hasta romántico por preservar los productos que cultivan. Hay variedades de papa que solo se siembran en pocos lugares del país, y esos hombres, humildes, muchas veces con escasa educación y casi siempre discriminados, saben que si ellos dejan de sembrar esas variedades estas podrían desaparecer.
Son conscientes de todo eso y se sienten responsables. Saben que sus esfuerzos jamás serán recompensados como se debe, pero lo siguen haciendo. El amor de esas personas a su trabajo suena muy bien, pero ya es tiempo de que el Estado les dé un apoyo mucho más decidido.
Se debe hacer más vías de comunicación que faciliten la venta de sus productos, apoyarlos con créditos de muy bajos intereses, proveerles de capacitación, mejorar los servicios de salud, educación y otros en sus zonas para que esas familias puedan vivir mejor y se desarrollen.
Pero no solo está la papa, también la mashua con sus decenas de variedades, al igual que las ocas y los ollucos, en las alturas del Ande. En el norte los limones, en el sur las cebollas, en el oriente los plátanos y tantos otros frutos que han convertido a nuestra gastronomía en una de las más admiradas en todo el mundo por su variedad de insumos y deliciosos sabores.
En el Perú podemos disfrutar de numerosas variedades de frutas a un precio bajo en comparación con otros países donde un mango, por ejemplo, puede ser vendido en dólares. Quienes han viajado a Estados Unidos, Europa, Japón y otros países, incluso vecinos, saben lo caro que es comer frutas en esos lugares, como un lujo.
Por eso debemos saber valorar lo que tenemos, pero ante todo a los campesinos, hombres y mujeres, quienes con su esfuerzo diario nos dan la posibilidad de poner en nuestras mesas la más grande y rica variedad de vegetales y frutas”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.
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