Mi amigo, el redactor gigantón ‘Barney’, pasó por el restaurante para llevarse su papa a la huancaína, arroz con pollo parte de pierna y su jarrita con agua de carambola.

“María, los redactores y fotógrafos que estamos ‘recorriendo la cancha’ en estas terribles épocas de pandemia informamos las más terribles historias. Este año, en menos de un mes, se produjeron dos crímenes fraticidas. El 13 de enero, en un condominio en Comas, dos hermanos, uno de 20 años y el menor de 16, se agarraron en una tremenda pelea dentro de su casa. Los vecinos escuchaban los gritos de la madre, que vio cómo sus dos hijos se trenzaron a cuchillazos a la hora del almuerzo. El mayor, Sebastián Rodríguez Quiroz, le asestó mortales puñaladas a su hermano menor y lo mató. Él también sufrió cortes. Los vecinos señalaron que, desde que llegaron como inquilinos al condominio, a los muchachos les decían ‘Caín’ y ‘Abel’ porque paraban peleando todo el tiempo.

Pero el crimen más horrendo se produjo en Independencia. Llegó al Perú a pedido de sus once hermanos.

‘Le pedimos que venga para que se encargue de administrar los diez inmuebles que tiene nuestra familia. Él era honrado, trabajador. Solo nuestro hermano Andrés Cáceres Velarde, un año menor que él, hizo problemas y estaba celoso de la confianza que depositamos en Gabriel. Por ser discapacitado, siempre nuestros padres le dieron privilegios, pero él abusaba, tomaba mucho y andaba con mujeres de mal vivir’. Pero lo que hizo fue un crimen imperdonable.

Las hermanas de Gabriel Cáceres denunciaron hace dos semanas su desaparición. Los policías estaban desconcertados, no había rastros. Pero las hermanas les dijeron que sospechaban de su hermano Avelino. Los agentes llegaron hasta su domicilio y el perro buscacadáveres Rony empezó a ladrar a una pared recién tapiada.

El ‘maldito’, como le gritaban sus hermanos y vecinos afuera del domicilio, se puso nervioso y confesó su terrible fraticidio: ‘Sí, yo maté a mi hermano. Estuvimos tomando la noche del 25 de enero y discutimos porque no me quería dar la administración de alguno de los inmuebles. Me enfurecí y le disparé por la espalda. Lo envolví en una sábana y lo enterré en el depósito, lo tapié con cemento y me fui de viaje con mi pareja’.

Afuera, sus hermanas y vecinos le seguían gritando y le tiraban piedras, ‘¡maldito!, ¡te pudrirás en la carcel!’. María, hace falta cuidar la salud mental de las personas, hay demasiada violencia dentro de las familias”.

Pucha, qué terrible historia. Me voy triste. Cuídense.



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