El Chato Matta llegó al restaurante por su seco de res con su arroz graneadito, salsa criolla y su jarra de limonada frozen. “María, el jueves fue un día horrible. Aparte de que nos robaron el partido en Uruguay, tuve un problemón en La Posada. Ese día, desde temprano estuve con el gran Pancholón.
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‘Chatito -me dijo- vamos a hacer la previa en un búnker privado. Chato, somos los que somos. Voy a estar con Vivi y su amiga Ana, que se muere por encontrarse contigo...’. María, se me vino a la mente los momentos que pasé con la amiga de Pancho. No me gustan las llamadas ‘citas a ciegas’, pero aquella vez Vivi arregló un encuentro entre los cuatro. Desde que vi a Anita me gustó.
Tenía sus ojos chinitos y una sonrisa que te enamora en una. La atracción fue mutua y al vernos tan acaramelados, Pancho y su pareja se retiraron para dejarnos solos. Tomamos unas copas de más y en el restaurante la noté que se comenzaba a alterar con unos tragos.
Me incomodaba porque yo soy parador. Levantaba la voz. Luego me empezó a hablar mal de su papá porque se había divorciado de su madre. ‘Tu me haces acordar a él, en realidad no era malo, era bueno, ¡hic¡, ¡salud, Chato!’. Me di cuenta de que era ‘cabeza de pollo’, pues no habíamos tomado mucho.
Le dije ‘espérame que voy al baño y pido la cuenta’. Cuando regresé, la encontré durmiendo como una bebé en la mesa. ¡Estaba privada! La quise levantar y llevarla a la calle para tomar un taxi, pero no podía. Tuve que pedirle ayuda al mozo. Para colmo, no conocía su casa y tuve que ‘ir con el muerto’ a La Posada a buscar a Pancholón y Vivi para que me dieran su dirección y dejarla en su casa. Esa primera cita nunca la olvidaré. Luego, cuando salíamos a comer ya no tomábamos sino limonada o chicha morada y nos iba muy bien.
Después enrumbábamos a La Posada y demolíamos el hotel, como cantaba Charly García. Me di cuenta que el problema de Anita era el trago. No podía controlarlo y, lo peor, o la tumbaba y perdía el conocimiento o trastocaba su personalidad, de ser una persona alegre y cariñosa, a convertirse en una ‘pelea de gatos’. Ese día el ron la volvió loca. Empecé a ponerme la ropa, para irme a buscar a Pancholón y Vivi y que me ayuden, pero ella se plantó en la puerta del hotel. ‘¡¡Tú de aquí no sales, brasileño de m!!’... por el árbitro del Perú-Uruguay.
Me armé de valor e intenté hacerla a un lado, pero me dio un golpe en la cara que me hizo retroceder. Tenía fuerza. Fue una pesadilla y eso que ya estaba volando por el partido. Juré nunca más ver a la selección en un hotel con una flaca. Anita es buena gente, pero tiene graves problemas con el alcohol. Ya no es un juego. Necesita ayuda profesional.
A la mañana siguiente me llamó al celular. ‘¿Chatito, qué pasó? Solo me acuerdo que le robaron el empate a Perú, ese arbitro ladrón’. Pucha, María, ya no corre”. Ese Chato se para metiendo en problemas y todo por andar con el cochino y sinvergüenza de Pancholón. Me voy, cuídense.
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