El Chato Matta y ... vivieron días de locura.
El Chato Matta y ... vivieron días de locura.

El Chato Matta llegó al restaurante por una papita a la huancaína y sus tallarines rojos con tremenda presa de pollo. Para calmar la sed, se tomó una limonada al tiempo. “María, después de ver a Pancholón enfermito, estoy tranquilazo. Trabajo casi todo el día y, con el frío que hace, me encierro en mi cuarto a ver Netflix. Pero hace dos semanas me pararon para una carrerita cerca del Jockey Plaza.

Era una muchacha alta, con botas, pantalón pegadito, una casaquita de cuero y un body que mostraba dos montes perfectos en el pecho. Le pregunté: ‘Señorita, ¿me va a pagar con sencillo? Sino para cambiar en el grifo’. La muchacha me contestó: Chato, ¿Chato Matta? ‘Sí, yo soy’, la miré por el espejo retrovisor. ‘¡¡Soy Diana, la hermana de Patty, tu enamorada del ministerio!!’.

Increíble, cuando estaba con Patty, ella tenía 14 añitos y la llevábamos al Parque de las Leyendas. ‘Chatito, qué gusto verte. Tú sabes que lloré cuando mi hermana dijo en la casa que había terminado contigo. Después le tuve bronca a sus otros enamorados, hasta que se casó con un policía mujeriego y su matrimonio no duró ni un año, parecían Vanessa y Forsyth. Chato, no he almorzado. Te invito a comer un pollito a la brasa, como antes me invitabas’.

Dianita ya tenía 27 años. Era administradora de dos spas. Me sorprendió y pidió un pisco sour. Yo tomé mis ‘chelitas’. La conversación duraba más de la cuenta y ella pedía otro y otro trago. Me contó que tenía novio. Un tipo con negocios en importaciones, primo de la dueña de los locales.

‘Pero es un atorrante, todo cree que lo compra el dinero. Lo peor es que mis padres y Patty están de su parte. ‘Cásate con él, no seas sonsa. Que te ponga una buena casa, que te dé carro y tarjetas de crédito’, me dicen... Pero Chato, yo no soy así. Me gustaría formar un hogar con un hombre que me haga feliz. Se puso a llorar en mi hombro. En un momento mi boca estaba pegada a la suya y nos dimos un beso como si fuera a acabarse el mundo.

‘Chato, tú eras mi amor platónico de chibola. Te amaba en secreto’. Esa noche terminamos en un hotelito de San Miguel. Vivimos algunos días de locura. ‘Chato, voy a terminar con Juan Carlos. Es más, lo voy a llamar ahorita para decirle que hasta aquí no más. Tú me haces sentir mujer’.

Dianita me llamaba todos los días. Me sentía acosado. Me gustaba, pero no podía perder la cabeza por ella. Además, pensaba en su hermana, en más problemas. Lo peor fue que me enteré de que llamó a la casa de la mamá de mis hijos para decirle que era mi novia. Allí sí la paré en seco. Con mis ‘cachorros’ nadie se mete. A veces es mejor estar solo.

Hay que tener equilibrio para estar separado, sino te puedes volver como esos loquitos que se van a vivir con la primera que se les cruza en el camino. Tienen hijos y se olvidan de los que tuvieron con la primera mujer y así no funciona la vida. Por eso terminé con Dianita que tenía una pelea de gatos en la cabeza. No corre”. Pucha, ese Chato me sorprende con sus historias. Me voy, cuídense.

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