Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por una cachemita frita con arroz graneado, yuca sancochada, sarsa criolla y harto ají. Para tomar, jugo de maracuyá. “María, el lunes doce delincuentes fuertemente armados y a bordo de dos camionetas asaltaron el bus de la orquesta de cumbia Agua Marina en una carretera de Piura.
LEE TAMBIÉN: Las parejas que se separan
Los quince músicos, que se dirigían a una presentación, vivieron horas de angustia porque los maleantes dispararon a mansalva contra el vehículo para que se detuviera. Bajo amenazas de muerte, los despojaron de joyas, celulares, tarjetas de crédito y dinero en efectivo, por un valor de ocho mil soles. Es decir que nuestras carreteras son como los caminos del lejano oeste norteamericano, donde no hay ley ni autoridad. Esos músicos pudieron haber muerto por las balas que impactaron en la carrocería.
En lugar de estar dedicado a descabezar al alto mando de la Policía para protegerse de las denuncias de corrupción, el presidente Pedro Castillo debe dirigir personalmente un plan de lucha frontal contra la delincuencia. Difícil que lo haga, porque en poco más de un año ha tenido ¡siete ministros del Interior y varios comandantes generales de la Policía! Al último lo cambió por resistirse a sancionar al coronel Harvey Colchado, coordinador del equipo especial de la PNP dedicado a buscar corruptos.
Todos los días también hay asesinatos vinculados a robos. Uno de los que más me ha dolido es el de esta escolar de 15 años, quien sufrió un balazo en la cabeza disparado por un ladrón menor de edad, todo porque no quiso soltar su celular. La adolescente estuvo en UCI durante cinco días, pero su cuerpo no pudo más. Indignante por donde se le mire. Y debido a nuestras leyes, ese asesino no irá a prisión, sino a un albergue por poco más de un año. Para nuestros jueces no cometió un delito grave sino una falta.
O sea que en poco tiempo lo veremos caminando campante por las calles, mientras la familia de la escolar asesinada sufre por esta pérdida. ¡Ya basta! Tratemos a la delincuencia como si fueran los terroristas de los ochenta. Ataquémosla con todo. Acorralémosla, encarcelemos a sus cabecillas, cortemos sus nexos con malos jueces, fiscales o policías. Solo así podremos salir nuevamente a las calles sin temor a morir en un asalto. Pero esto solo lo hace un Gobierno fuerte, con un objetivo claro y cuadros preparados.
No este régimen improvisado, corrupto y mediocre que ha llegado, de casualidad, al llamado ‘sillón de Pizarro’. No necesitamos más policías, como se cree erróneamente, ni sacar a las Fuerzas Armadas a las calles, sino inteligencia y decisión. No podemos combatir a los asesinos con plumas o flores. Se les combate con energía, con fuerza y con la ley en la mano. Yo quiero que mis hijos salgan a jugar a la calle sin que nada malo les pase. Ese es mi sueño. Espero que se cumpla lo más pronto”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.