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El Chato Matta llegó al restaurante por un sabroso estofado de pollo con presa grande, papita amarilla, arroz blanco graneadito y su agüita de manzana heladita. “María, recibí un audio de ‘wasap’ del gran Pancholón, el abogado mujeriego que tiene miles y miles de amanecidas con mujeres y a puro ron.
‘Chatito, me gritó, baja al sauna, yo mismo soy, van a poner hierba fresca. Eso sí, ten cuidado con los envidiosos y mala leche’. Fui y encontré a Pancho sazonado. Se había amanecido en La Posada con la grandota y estaba molido.
‘Chato, esto me gusta, el sauna me levanta. Los años pasan volando, increíble que ya estamos en 2025, la vida me sonríe, ya me divorcié de una mala mujer, tengo un camionetón del año, dólares en mi billetera y bebitas que se acurrucan en este pechito, pero se acerca mi cumpleaños y estoy palteado’.
Se puso a cantar uno de sus temas preferidos, ‘El incomprendido’, en la voz del Cano Estremera. ‘Yo, yo, yo, yo, creo que voy/ Solito a estar, cuando me muera/ He sido el incomprendido/ Ni tú ni nadie me ha querido tal como sooooy’.
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‘Tú eres mi hermano y sabes que he tenido muchas mujeres y estoy en el top ten de los grandes. Encima, mi horóscopo chino, en el año de la serpiente de madera, dice que me irá bien en el amor, pero las loquitas me persiguen y la próstata, que la tengo como una pelota de tenis, ya me está fallando’.
‘Me demoro para orinar y la vez pasada me dio taquicardia en La Posada. La verdad es que cada cierto tiempo me topo con alguna mujer que tiene una pelea de gatos en la cabeza.
Una morocha desquiciada, la loca Cinthya, me acosaba al punto que tuve que pedir garantías para mi vida. Me seguía y se aparecía en los bufetes de abogados donde trabajaba. Enamoraba a mis amigos para que la datearan de mí y nunca faltan los traidores, esos que te envidian…
Una vez, en el hotel, me amenazó con reventarme la copa de vino en la cara si yo no le firmaba un papel que había preparado, donde prometía separarme de mi esposa. Me abrí de ella para siempre.
Después apareció ‘La gata’. Fue a mi oficina con un pantalón apretadito. Llegó como cliente de mi socio, pero él no estaba y me clavó una mirada que me desnudó. ‘Doctor Pancholón, me han hablado mucho de usted. Podría hacerle una consultita, pero no sé cómo le voy a pagar’.
Al toque me la llevé a comer un cebiche a la Caleta de Chucuito y tomamos unas cervecitas. A la hora ya estábamos chapando y dos horas después en el hotel. Pero cometí el error de pedir más trago a la habitación. El licor la desquiciaba.
Comenzaba hablándome de mi señora. ‘Desgraciado, cochino. Qué haces con esa si yo te doy lo mejor. Eres una basura’. Por eso me voy a esconder. Esa loca es capaz de todo. Además, por mi cumpleaños todas quieren encerronas y tengo que hacerla bien, de lo contrario pierdo por goleada. Creo que me voy al Caribe’”.
Pucha, ese señor Pancholón recibe su merecido por mujeriego. Ya está viejo y sigue más sinvergüenza y cochino. Me voy, cuídense.
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