El fotógrafo Gary llegó al restaurante por un sabroso arroz con pollo con presa grande, parte pierna, con su crema a la huancaína. Para bajar la grasita se pidió una jarrita de anís calientita. “María, nuevamente la combinación de alcohol y velocidad causó una verdadera tragedia. Un empresario de la construcción, que manejaba su camioneta con 1.41 gramos de alcohol por litro de sangre, arrolló en un mototaxi a una madre de familia y su bebita, al igual que al conductor y otra niña de dos años, dejando tres muertos. ¡Qué triste que tengan que ocurrir estas desgracias! Me sorprende que sigan bestias al volante que se suben a manejar luego de beber licor después de tantas noticias trágicas. Es realmente indignante. El Perú es uno de los países de América Latina con las más altas tasas de fallecimientos por accidentes de tránsito. Una vergüenza. Esto demuestra que no tenemos conciencia en seguridad vial. Y en esto no hay diferencias entre ignorantes y educados, entre ricos y pobres. Lo peor es que aumentan los choques y muertes causados por choferes ebrios, pese a que las penas se han endurecido. Tal vez se deba a que muchos de estos conductores no van a la cárcel, porque se pueden acoger al principio de oportunidad en la Fiscalía, gracias a lo cual reciben una sanción menor.
Pero, además, creo que en nuestro país miles de conductores manejan borrachos, exceden los límites de velocidad, hablan por celular y hasta ‘wasapean’ mientras conducen, manejan de forma temeraria, se pasan la luz roja del semáforo e incurren en mil infracciones más, pues están convencidos de que podrán sacarle la vuelta a la ley pagando coimas. La mayoría tiene la idea de que sobornando al policía, al fiscal, al juez, podrá salirse con la suya. El alcohol altera los sentidos y disminuye el control de las personas. Por ello, se puede llegar a cometer actos vergonzosos y terribles, que de ninguna manera se realizarían sin haber bebido. Es cierto que el licor muchas veces saca lo peor de las personas. Incontables crímenes pasionales han sido perpetrados bajo los efectos del trago. Los investigadores apuntaban el año pasado que muchos niños comenzaban a beber licor a los 10 años. ¿Dónde están sus padres? A mucha gente, el asunto no les causa ninguna preocupación y hasta alientan a sus hijos a beber. Ignoran que el licor deteriora el cerebro de los menores y es la puerta de ingreso para el consumo de otras drogas como la marihuana, pasta básica, cocaína, crack, éxtasis y otras. Como siempre digo, si amamos a nuestros hijos, debemos enseñarles con el ejemplo. Que no vean ebrios a sus padres, pues en esas condiciones, aparte del feo olor que los chicos perciben, es probable que se digan y hagan cosas de las que después se arrepentirán. A los niños hay que meterles en la cabeza que para divertirse no hace falta beber. Y que la moda, la curiosidad o la presión de los amigos no puede empujarlos a consumir algo que saben, les hará daño”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.
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