Mi amigo Gary sigue en sus coberturas periodísticas, pero siempre se da un tiempo para llamarme o enviar un mensaje por ‘wasap’. “María, vi una caricatura donde aparece un científico que, después de responder una llamada, les dice a sus colegas: ‘¿Se acuerdan de esa gente que redujo el presupuesto para la ciencia, la investigación y el desarrollo…? Quieren hablar con nosotros’.
Esta viñeta refleja por qué el coronavirus nos ha agarrado con las manos y los pies amarrados, sin la posibilidad de hacerle frente y darle pelea de igual a igual con las armas de la ciencia, las medicinas adecuadas y una vacuna infalible, hospitales equipados y con médicos y enfermeras bien pagados.
También con el concurso de otros profesionales relacionados a las ramas de humanidades, para analizar las conductas de la población y aplicar las medidas correctas. No solo los países del llamado Tercer Mundo están sufriendo por no estar preparados para una plaga como esta, sino también las grandes potencias y hasta Estados Unidos, considerado el país más poderoso del planeta y donde está Nueva York, la ‘Gran Manzana’, símbolo de lujos y derroche.
Invertir en la investigación científica, salud y educación es fundamental para un país, para el bienestar de su población y su desarrollo. Sin educación no hay buena salud y si esta falta no hay bienestar, así se tenga dinero.
La carencia de profesionales competentes se está haciendo muy notoria en esta crisis, incluso en países muy desarrollados. Por ejemplo, en Inglaterra se empezó a aplicar la estrategia de la ‘comunidad rebaño’, que consiste en dejar que los jóvenes se contagien, porque supuestamente resisten más, pero aislar a los más vulnerables.
Ese plan, que es lo inverso al distanciamiento social o cuarentena, resultó un tremendo fracaso. En el Perú, uno de los principales errores del gobierno, al dictar las salidas diferenciadas para hombres y mujeres, fue no tener en cuenta los hábitos de consumo de los peruanos. La idea fue de Farid Matuk, miembro de la Comisión Covid-19, quien reconoció que se equivocó.
Matuk es economista, pero los fríos números no bastan para advertir conductas sociales, de grandes grupos humanos, de acuerdo a sus costumbres, hábitos y hasta tradiciones. ¿A quién se le habría ocurrido darle importancia a ese dato estadístico, obtenido hace años, que indica que cinco de cada diez amas de casa van al mercado todos los días porque no tienen refrigeradora? Se necesita incluso de psicólogos, sociólogos y hasta de antropólogos, quienes estudian las manifestaciones sociales y culturales de las comunidades humanas”. Mi amigo tiene razón. Me voy, cuídense.