Este Búho ve las imágenes de la Plaza Garibaldi y comprende no solo el dolor, sino la consternación de un pueblo por la muerte de su ídolo. Este columnista recuerda que recorrió esa plaza, que es punto obligado de quienes visitan México DF, y me asombré porque, en cada esquina, en cada rincón, hay una cuadrilla de mariachis. Están todo el día esperando que alguien los contrate para bautizos, matrimonios, primera comunión o cumpleaños. En sus repertorios nunca faltan temas de Juan Gabriel. Y las veces que el ‘Divo’ llegaba a cantar a la capital, iba a la plaza y ‘levantaba’ a un grupo de mariachis para que alegren su permanencia en el hotel de lujo donde se hospedaba. Carlita Chévez, enviada especial de nuestro diario a México, cuenta que los mariachis lloraban en las esquinas mientras interpretaban éxitos de ‘Juanga’.
Pero las multitudes no están solo con el corazón destrozado. También están indignadas, ardidas, porque esperaban tener el féretro con el cuerpo del compositor de ‘Se me olvidó otra vez’ que paradójicamente internacionalizaron los rockeros de ‘Maná’ para darle el último adiós, verle el rostro por última vez en esa plaza, en la Catedral o en el Palacio de Bellas Artes, donde tuviera conciertos gloriosos y memorables. Pero no. La familia de Juan Gabriel decidió cremar el cuerpo. Ni bien una fuente de Televisa confirmó la noticia, la plaza tomó otro cariz. Se comenzó a parecer a las aglomeraciones que se arman para las movilizaciones contra el presidente Enrique Peña Nieto. ¿Por qué lo han cremado? ¿Qué quieren ocultar?
Hay periodistas radiales, esos que no tienen pelos en la lengua, como el ‘Tigre’ Tito Navarro, que sin tapujos manejan la teoría de un ‘complot’ urdido por sus manejadores y familiares para acabar con la vida de Juan Gabriel. ¿Por qué no lo llevaron al hospital? ¿Acaso allí había un médico que sabía que el desmayo lo había matado? ¿Por qué no llamaron al 911?, se preguntan. ¿Ahora qué necropsia se le puede hacer a un montón de cenizas?, se preguntan los mexicanos.
Este columnista, con varios lustros en la profesión, sabe que hay muertes misteriosas de las que uno puede desconfiar, como la del Papa Juan Pablo I, por ejemplo, que duró apenas 33 días en el Papado. El accidente de avión del general EP Hoyos Rubio, o del panameño general Omar Torrijos. Hasta el ‘suicidio’ de la actriz Marilyn Monroe. El fallecimiento del ‘Divo de Juárez’, a pocas horas de haber dado un extraordinario concierto, se enmarca en este halo de misterio.
En el libro del hijo del narco del Cártel de Cali, Gilberto Rodríguez Orejuela, titulado ‘El hijo del ajedrecista’ (así le decían al temible patrón del Cártel de Cali), cuenta Fernando Rodríguez lo siguiente: ‘Mi padre cumplía 50 años y era fanático de Juan Gabriel, así que sus amigos contrataron al cantante, lo trajeron en un jet privado de Miami y en helicóptero a la inexpugnable finca del ‘Patrón’.
Allí, cuando le cantaba su canción favorita, estando el capo a su costado, el cantante remató a capela. Todos aplaudían, el cumpleañero a rabiar. Pero el cantante, de la emoción, lo agarró del hombro y ¡¡le dio un tremendo beso!! El hijo relata que Rodríguez Orejuela se transformó en una bestia. ‘¡¡Oye, qué haces, qué te pasa!!’. Y se le avalanzó para agredirlo, pero otro narco, ‘Chepe’ Santa Cruz, se interpuso. ‘Sacó al mexicano casi cargado, al helicóptero, de frente al aeropuerto, porque mi padre lo quería matar’. Increíble la cantidad de historias en 44 años de carrera vividos de manera intensa, como si fuera una burbuja de jabón a punto de estallar. Un personaje de leyenda. Apago el televisor.
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