Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un sudado de tramboyo, preparado con chicha de jora y servido con yuquitas y choclo sancochado, limón y rocotito en rodajas. “María, ayer se celebró el ‘Día de la primavera y de la juventud’. La temporada es una de las más esperadas del año, pues todo florece, las plantas reverdecen y renacen las esperanzas. Asumimos nuestras tareas con más brillo, con ánimos renovados. Por eso no podía ser elegido un mejor día que el inicio de la primavera para festejar la juventud. La Organización de las Naciones Unidas sitúa esta etapa de la vida de los 15 a los 25 años, aunque los límites cronológicos siempre serán relativos.

Es el tiempo de los estudios, el paso previo a la adultez, que es cuando se toman grandes responsabilidades, como la de formar una . Por eso, los adolescentes y jóvenes necesitan más que nunca el apoyo de sus padres, quienes deben continuar con su tarea de enseñarles y guiarlos, de apoyarlos en los momentos difíciles. Un chico de 15 años aún no acaba el colegio, es alguien que hasta hace poco era un niño y que ya comienza a enfrentarse al mundo real.

Esta etapa es sumamente complicada porque los chicos están ansiosos de tomar sus propias decisiones, se sienten casi adultos y quieren hacer lo que quieren, aunque no tengan la experiencia necesaria e ignoren los peligros. Muchas veces se enfrentan a la autoridad de los padres, a quienes pueden llegar a ver como tiranos injustos porque les imponen límites ‘abusivos’.

Por eso es importante el diálogo constante de padres e hijos, para que los primeros conozcan las expectativas, sueños, problemas, angustias y temores de sus retoños. Pero también para que estos aprendan a valorar las enseñanzas y consejos de sus padres. En la casa debe haber amor, respeto y disciplina.

Algunos consejos de los expertos para tratar con hijos adolescentes:

Hay que darles responsabilidades para que sepan que tienen la confianza de sus padres. Podrían cuidar a un hermano pequeño o realizar alguna gestión en lugar de los papás.

Deben formar parte de las discusiones, alegrías y preocupaciones de la familia. Es un error no contarles alguna adversidad ‘para que no sufran’.

Los padres deben comunicar sus sentimientos (alegrías, tristezas, dificultades). Es una buena forma de establecer un verdadero diálogo.

Hay que enseñarles a no tolerar la mentira y otros actos incorrectos.

Es fundamental que el padre y la madre sean uno solo a la hora de enseñar y corregir”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.

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