Este Búho sufre de insomnio. Llego a mi casa cerca de la medianoche, después de las largas jornadas en la Redacción, y no logro conciliar el sueño. En la soledad de mi habitación me pongo a hacer zapping en los canales de streaming. En otras ocasiones releo algunas obras que leí hace muchos años. La otra noche me encontré con ‘La tía Julia y el escribidor’ (1977), de Mario Vargas Llosa, basada en experiencias personales. En la obra presenta la demoledora crítica a cierto tipo de escritor que escribe a destajo, se pierde en el hilo de sus enrevesadas historias, pero mantiene en vilo a las masivas audiencias de los radioteatros.
El ‘escribidor’ en ciernes es el boliviano Pedro Camacho. El mundo de los radioteatros, los medios masivos de comunicación de los años cincuenta como la radio y luego la incipiente televisión, son arropadas con la historia profundamente personal. Los avatares de un joven, de 19 años, por casarse con su tía política boliviana julia Urquidi, diez años mayor que él, contra la voluntad de su cavernícola padre y la mayoría de su familia. Una historia de amor con todas sus letras. La novela termina cuando ambos viajan recién casados a Madrid.
El arequipeño le dedicará el libro a pesar de que llevaban más de quince años divorciados. Es más, también le cede los derechos literarios de la novela. Julia, en ese tiempo, era una dama cincuentona que conservaba los atractivos que desquiciaron al bisoño novelista. Si la tía Julia no había protestado por la publicación de la novela, ¿por qué seis años después publicó un libro de respuesta titulado “Lo que Varguitas no dijo’ (1983)? Ahí ataca al novelista y cuenta detalles íntimos de cómo su matrimonio se vino abajo por culpa de su sobrina Patricia, la hija de su hermana Olga, jovencita que llegó a Londres a estudiar inglés y se alojó en la casa del matrimonio Llosa-Urquidi.
Según Julia, lo que motivó su reacción visceral fue que Mario en 1981 vendió los derechos de televisión a la cadena Caracol para una telenovela con la peruana Gloría María Ureta como ‘Julia’, donde la retrataban como ‘una robacunas’, una mujer ‘enferma de los celos’ que le hacía la vida imposible al novelista. ‘No iba a permitir que otra vez me utilice, se burle de todo lo que di por él’. Julia tuvo muchos problemas para publicar el libro. Mario -futuro premio Nobel de Literatura (2010)- había publicado en 1981 su monumental ‘La guerra del fin del mundo’ y estaba en la ‘cresta de la ola’. Además, tenía tres niños a los que podía afectar ver descrita a su madre, Patricia, como una ‘rompe matrimonios. Por eso usó toda su influencia y ninguna editorial grande o pequeña de España, México o Argentina se atrevió a publicar el libro ante el ofrecimiento de Julia de no cobrar regalías. Solo una misteriosa editorial boliviana, Khana Cruz, publicó Lo que Varguitas no dijo’, un libro que también pasó desapercibido hasta en reproducciones de periódicos y revistas.
Julia empieza la historia con la pierna en alto. Mario parece que desde niño supo sacar ventaja de quienes lo querían’. Julia abre su corazón y confiesa que en modo alguno llegó a sospechar que, a su lado, ‘habrían de transcurrir los años más felices e intensos de mi vida y también los momentos de mayor tristeza, desencanto y amargura que cualquier mujer pueda soportar’. Era alta, buenamoza, con garbo, y el que menos la enamoraba. Cuando la tía Julia aceptó la propuesta de un jovencito alto, flaco, pero brillante, de apenas 19 años -y menor de edad en esa época-, nadie presagió que a los pocos meses terminarían casándose a escondidas de la familia, al sur de Lima, en un pueblito llamado Grocio Prado.
El único que los ayudó en esa temeraria odisea fue su querido amigo, el ‘gordo’ Javier Silva Ruete, futuro ministro de Economía, ya fallecido. Según el libro, Julia jugó un papel importantísimo en la carrera de Mario, ya que corregía por las noches las faltas ortográficas y conversaba con él sobre la verosimilitud de los personajes de ‘La ciudad y los perros’.
Ella cuenta que fue la primera en recibir la noticia sobre el premio Biblioteca Breve y, además, fue quien lo animó a presentar la novela al concurso. “Yo tenía la absoluta seguridad de que Mario ganaría el premio... Hablábamos mucho sobre esto; para Mario sería su primer paso al camino que tendría que recorrer, pero ya con pasos más firmes, con un buen comienzo. Pero la fama, el éxito y el dinero llegaron junto con infidelidades que no podía ocultar’.
Julia señala de Mario: “Si quiero ser sincera hasta el final, tengo que agradecerle algo. Me enseñó mucho en la vida; con él conocí el amor por el amor, conocí muchos aspectos del ser humano... Pase por todas las etapas de los sentimientos y pasiones, mentiras y humillaciones. Me quedo sin rencores, me quedo limpia y con fe en el futuro...”. Apago el televisor.