Terremoto de 1970 (Foto: Javier Ascue / GEC Archivo Histórico
Terremoto de 1970 (Foto: Javier Ascue / GEC Archivo Histórico

Este Búho comprueba que el tiempo es implacable. Y reflexiono sobre cómo ha cambiado la sociedad. La tecnología es la gran revolución de este siglo. Lo transformó todo. Hoy, 31 de mayo, se cumplen ¡54 años! del poderoso sismo de 1970, que destruyó el Callejón de Huaylas y provocó un aluvión que desapareció la ciudad de Yungay. Se calcularon más de 70 mil muertos.

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¿Qué debe tener una mochila de emergencia?
El Perú es un país sísmico y todos debemos estar preparados para enfrentar un movimiento de gran escala. Por ese motivo, el Instituto Nacional de Defensa Civil (Indeci) recomienda el uso de la mochila para emergencias debido a que es un elemento clave del “combo de supervivencia” en medio de un desastre natural.

Ese castigo de la naturaleza se produjo un domingo, con las familias reunidas en casa a las tres de la tarde, pues ese día pasaron por televisión, a la una de la tarde, la inauguración del Mundial de México con el partido entre el anfitrión y la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Recuerdo, muy niño, cómo se movían los edificios de la Unidad Vecinal Mirones, de derecha a izquierda, parecía que se iban a caer pero eran antisísmicos.

Mi viejito ordenó ‘¡nadie sale a bajar las escaleras, todos a las columnas, ya va a pasar!’. Los arriesgados que bajaron a la volada al primer piso -estábamos en el cuarto- se caían en el tumulto y hubo varios fracturados. Pasado el movimiento telúrico nos quedamos en el Parque de la Amistad, abrazados, porque las réplicas no cesaban y nadie quería subir a sus casas. Todos gritaban esa frase de moda ‘¡aplaca tu ira, Señor!’, que fue portada de un tabloide popular de la época.

En mi mente están las decenas de casas con sus vidrios rotos. Regresamos y nos metimos a la cama de nuestros padres y en el tremendo televisor Andrea veíamos al recordado Humberto Martínez Morosini, del noticiero ‘El Panamericano’, quien daba las primeras informaciones. Escuchaba nombres extraños: ‘Callejón de Huaylas’, ‘Yungay’, ‘aluvión’.

Las comunicaciones habían colapsado en la zona del desastre. No había electricidad en todo el Callejón de Huaylas y hasta en Chimbote, de donde provenían las noticias del interior del Callejón: Caraz, Huaraz, pero de Yungay nadie informaba nada. Vivíamos la euforia mundialista, la de esa gran selección de México 70, y la blanquirroja se alistaba para jugar el 2 de junio su primer partido ante Bulgaria.

La tarde del debut, jugando con camiseta roja y un crespón negro, los muchachos estaban desmoralizados. A don ‘Pepe’ Brandariz, jefe del equipo, se le ocurrió una idea. Llenó de tierra el jardín del estadio de León y antes de que salgan a la cancha les gritó: ‘¡Esta es tierra que acaba de llegar de Perú!’. Los jugadores la besaron, se la pasaron por la cara, alguno hasta probó un poco y, como por encanto, salieron renovados y ganamos 3 a 2.

LIMA, 4 DE JUNIO DE 1970

TERREMOTO EN YUNGAY

FOTO: JAVIER ASCUE / EL COMERCIO
LIMA, 4 DE JUNIO DE 1970 TERREMOTO EN YUNGAY FOTO: JAVIER ASCUE / EL COMERCIO

En Lima, periodistas como el recordado Javier Ascuez, de El Comercio, con 25 años, y su fotógrafo José Michilot se aventuraron a ir al lugar del epicentro. Primero llegaron a una Chimbote dañada. Allí les dijeron que todo el Callejón de Huaylas estaba destruido. No había ningún camino y fueron los primeros hombres de prensa en llegar a Yungay, desde Casma, caminando días, cruzando la helada cordillera. Sus testimonios gráficos de Huaraz, la primera ciudad a la que llegaron, fueron desgarradores. Pero aún les faltaba ver lo peor.

Seguramente los intrépidos Ascuez y Michilot se encontraron a un jovencito futuro actor, Rodolfo Carrión, ‘Felpudini’, en aquella ciudad que parecía que le había caído una bomba atómica y con nubes de polvo que no permitían ver nada. El carismático ‘Felpu’ vivió en carne propia el terremoto en su epicentro, su ciudad natal Huaraz, y recuerda aquella tarde trágica: ‘A las tres de ese día estaba duchándome porque tenía ensayo con mi grupo de teatro de aficionados.

De un momento a otro todo comenzó a desmoronarse, las losetas se reventaron, entonces salí corriendo a un patio grande donde había una intensidad de polvo. Estaba desnudo. Mi amigo Marco Rodríguez me dio ropa para vestirme. Cuando empezamos a avanzar escuchamos a personas enterradas pidiendo auxilio y escarbábamos para rescatarlas. Lamentablemente, a mi enamorada no pude salvarla, tuve que llevarla en mi hombro hasta el cementerio’. Terribles historias. ¡Participen en los simulacros de terremotos! No es cosa de juego. Apago el televisor.

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