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Este Búho se lamenta por las terribles desgracias que vienen ocurriendo en el Perú, con la muerte de inocentes, y es imposible no sentir indignación y rabia porque muchas de ellas pudieron evitarse. El increíble desplome del techo del patio de comidas, en el centro comercial Real Plaza de Trujillo, viene dejando hasta el momento seis fallecidos y más de ochenta heridos, pero sería un milagro que no encuentren más víctimas mortales a medida que vayan retirando los escombros.
La estructura caída es increíblemente pesada, de decenas de toneladas y, en estos momentos, los rescatistas siguen realizando la penosa tarea de buscar más cuerpos. Es que esta calamidad ocurrió poco antes de las 9 de la noche en un viernes, cuando precisamente hay mayor afluencia de personas. Había cientos de niños, adolescentes, madres, ancianos, pasando momentos agradables.
Me pregunto cómo es que puede ocurrir un desastre de esta magnitud, repito, en un espacio que se supone es seguro, a cargo de empresas supuestamente de primer nivel, en el que vas a pasear con tu familia y terminas sin vida. Es lo que le pasó al suboficial de la Policía Jhon Percy Chávez, quien fue a realizar compras con su esposa Daniela De la Cruz y su hijita de dos años. Al terminar, decidieron llevar a la pequeña a los juegos para que se divierta. Esa zona, por desgracia, estaba en el patio de comidas. El techo les cayó encima y los mató al instante.
Hace más de una semana, en otro hecho increíble, se cayó el puente Chancay, al norte de Lima, cuando lo cruzaban de noche un bus lleno de pasajeros y un auto. El saldo trágico hasta el momento son tres muertos y la desaparición de la profesora Patricia Liberto Salcedo. Todos los días sus hermanos y esposo la buscan incansablemente en hospitales, la morgue y recorren varias veces todo el río hasta su desembocadura en el mar, pues creen que, golpeada y desorientada, cayó al agua tras haber salido del ómnibus y la corriente se la llevó.
No descartan que su cuerpo esté varado en la maleza o, incluso, temen que alguien la tenga retenida contra su voluntad. La angustia que vive esa familia es indescriptible. Cómo es posible que se caiga un puente en estos tiempos y, sobre todo, tan cerca del modernísimo megapuerto de Chancay, por el que nos llenamos de orgullo, pues atraerá el tránsito naviero de carga de Asia.
La maldita corrupción
Y así hay otros muchos puentes más que son un verdadero peligro en la capital y el resto del país. Todo esto es culpa de la ineptitud, la desidia y especialmente de la maldita corrupción. Vivimos en un país donde mucha gente está acostumbrada a pagar por lo bajo para obtener todo lo que quiere, desde el brevete, certificados médicos, ingresos a la universidad, tesis, títulos universitarios, licencias de funcionamiento de negocios, permisos de construcción y casi todo cuanto imaginemos.
En el mismo centro de Lima, a pocas cuadras de Palacio de Gobierno, del Palacio de Justicia, de la Prefectura y comisarías, existe el reino de la impunidad y la trafa, pues organizaciones criminales ofertan a plena luz del día bases de datos con información sensible de millones de ciudadanos, toda clase de documentos falsos, celulares robados, chips telefónicos. Como si fuera poco, numerosas mujeres son explotadas sexualmente a la vista de todos.
Estamos acostumbrados a convivir con esta podredumbre que a casi nadie llama la atención. Se vive un desgobierno en el paìs. Todo el mundo hace lo que le da la gana. No hay respeto a la autoridad y se ha perdido por culpa de políticos miserables y corruptos. Pero lo sucedido en Trujillo y en Chancay tiene responsables y deben ser identificados y castigados con toda severidad. Esto no puede quedar impune, pues estamos hablando de vidas perdidas, de familias arruinadas y sumidas en el dolor que claman justicia. No podemos seguir siendo el país donde la gente muere y no pasa nada. Apago el televisor.
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