Mario Vargas Llosa. (Foto: Shutterstock)
Mario Vargas Llosa. (Foto: Shutterstock)

Este Búho caminaba hace unos meses con sus ‘cachorros’ por el hermoso Parque de la Amistad en Surco cuando nos topamos con una exposición fotográfica de Baldomero Pestana, el gran fotógrafo español que radicó en Perú e inmortalizó con su cámara a diversas personalidades del mundo cultural. Mientras paseábamos por las salas de exposición, nos encontramos con sus retratos icónicos de Julio Ramón Ribeyro, Alfredo Bryce Echenique, Blanca Varela, José María Arguedas, Martín Adán y, por supuesto,

Esa era una foto especial, en blanco y negro, en la que el entonces joven escritor expresaba con la mirada ese carácter firme e inquebrantable que lo caracterizó. Con un peinado perfecto y un traje elegante a su medida, la imagen era fuerte e imponente. La foto fue tomada quizá en los 60 o 70, cuando el escritor ya había alcanzado el reconocimiento mundial por su narrativa.

Estaba ahí parado frente a Vargas Llosa cuando el mayor de mis hijos, de 9 años, me jaló la camisa y preguntó: “Papi, ¿y ese señor quién es?”. Resumir la inmensidad de Vargas Llosa es imposible hasta para sus propios biógrafos, pero evidentemente, se trata del peruano más universal que haya podido dar esta patria. Fue un escritor prolijo que perteneció a ese fenómeno que cambió el rumbo de la literatura en el mundo: el ‘Boom latinoamericano’, junto a Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Julio Cortázar, por mencionar algunos.

Sus libros definieron la identidad peruana y fueron una cartografía de nuestra enclenque y turbia política. Podría citar uno entre tantos, ‘Conversación en La Catedral‘, en el que su mirada aguda desmenuza la podrida dictadura de Odría. En ella revela los abusos, la corrupción y la tiranía de un régimen que gobernó el país durante ocho años. Pero no solo eso, sino la doble moral de una sociedad conservadora, que detrás de ese manto impoluto escondía una cara sórdida y pervertida.

El libro fue publicado en el 69, pero realmente aquellas taras de entonces persisten hasta la actualidad. Con gobiernos que se suceden uno peor que el anterior. Es en aquel libro donde el personaje central, Zavalita, se pregunta aquello que se ha vuelto canon hasta hoy: ¿En qué momento se jodió el Perú? Además, demuestra esa capacidad creativa de Vargas Llosa para construir un libro tan exquisito en su arquitectura, con saltos temporales y de perspectiva y que mezcla el monólogo interior con el diálogo.

Pero Vargas Llosa no solo fue un intelectual incansable. También fue un político activo. Abrazó el comunismo en su juventud, hasta darse de cara con ella, cuando descubrió que era una ideología política opresora y abusiva. Apoyó el régimen castrista, pero pronto se desilusionó. Desde entonces y hasta el día de su muerte se declaró liberalista, y desde esa posición denunció las dictaduras en todos sus colores.

No le importó ir contra la corriente si se trataba de defender la libertad humana a cualquier costo. Por eso apoyó a Keiko Fujimori, a pesar de haber sido un acérrimo crítico del sátrapa Alberto Fujimori, y rechazó la candidatura del remedo de dictador Pedro Castillo. Nunca se alejó de sus convicciones y eso le trajo duras críticas en el Perú. Sus odiadores pusieron por encima sus posiciones ideológicas, antes que su grandeza intelectual.

Es el único peruano en recibir el Premio Nobel. Ocurrió en 2010, cuando la Academia Sueca le confirió esta distinción por su legado y aporte literario. Recuerdo aquel día como uno de los días más felices de mi vida. Una sensación que compartí con millones de compatriotas. Se podría comparar aquella algarabía como la vez que la selección clasificó al Mundial de fútbol.

Las portadas de todos los diarios nacionales y extranjeros habían sido ilustradas con su rostro. Quince años después, esas mismas fotos vuelven a las primeras planas, pero esta vez anunciando su muerte. Con su fallecimiento se cierra una época dorada para la literatura mundial, forjada y nutrida por un grupo de genios latinoamericanos. Pero también se va con él una mente brillante y lúcida, que analizaba y desmenuzaba la sociedad con una mirada audaz y certera.

Sus lectores, los que disfrutamos con cada libro suyo, quedamos huérfanos, pero con la certeza de que el escritor se prolongará en sus libros durante siglos. Con muchísima razón, Javier Cercas dijo: “Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace, un escritor tan grande como Vargas Llosa”. Volviendo a la pregunta de mi hijo, frente a la fotografía del Nobel y su curiosidad por saber quién era ese personaje que yo observaba con tanto detenimiento, solo atiné a responder: “El hombre más grande que haya parido este país”. Apago el televisor.

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