
Este Búho aprovecha el viento fresco de las últimas semanas de verano. Subo a mi terraza por las tardes y, mientras tomo un refresco helado de maracuyá, me pongo a leer. La semana pasada les comentaba sobre el interesante libro ‘Biografía política. Vargas Llosa, su otra gran pasión’, escrito por Pedro Cateriano, un reconocido político y, además, amigo cercano del premio Nobel. La primera parte del libro aborda las primeras ideologías que abrazó el arequipeño en su juventud. Creía, más con el corazón que con la razón, en el socialismo.
En la Universidad de San Marcos se unió al partido socialista, donde integró la facción Cahuide. Luego admiró prematuramente la revolución cubana de Fidel Castro, pero pronto se fue de cara cuando descubrió el autoritarismo, el abuso, la represalia y la mordaza de aquel régimen. Entonces tomó distancia definitivamente.
Sus años en Inglaterra lo acercaron al liberalismo. Fue la ‘Dama de Hierro’, Margaret Thatcher, una figura fundamental en su transformación ideológica, explica Cateriano. Gracias a ella, dijo el escritor, en Gran Bretaña se vivió ‘la revolución más fecunda que haya tenido lugar en la Europa de este siglo’.
Durante su estancia en Londres, vio con asombro el capitalismo popular, ‘la difusión de la propiedad, la privatización de las empresas públicas, los beneficios al sector privado, el crecimiento económico y el libre mercado’.
El libro también cuenta episodios paralelos que apuntalaron las creencias ideológicas del autor de ‘Conversación en la Catedral’, defensor a ultranza de los derechos humanos. Por eso encabezó, a pedido del presidente Belaunde Terry, la comisión investigadora sobre la masacre de 8 periodistas en Uchuraccay. Labor que le costó el furibundo ataque de la izquierda nacional y extranjera. En el gobierno de Ollanta Humala fue defensor y propulsor de la creación del Lugar de la Memoria, espacio en donde se reflexiona y dialoga sobre los derechos humanos en el marco de la época más sangrienta que vivió nuestro país, la del terrorismo de Sendero Luminoso.
Mario Vargas Llosa candidato presidencial
Pero Vargas Llosa no fue solo un teórico de escritorio, sino también participó en la política activa cuando se lanzó como candidato presidencial en 1990 con el Fredemo. Este columnista, un reportero joven, fue espectador en primera fila. Asistí al histórico debate entre el escritor y Alberto Fujimori, que se realizó en lo que hoy es el Real Plaza del Centro Cívico. A propósito, recuerdo nítidamente aquella anécdota en la que Pedro Cateriano saltó con toda su humanidad sobre una banqueta que los partidarios de Fujimori habían puesto detrás de su atril para equiparar la estatura de su rival.
Vargas Llosa le llevaba una cabeza al ‘Chino’. Eso no se vio en televisión. El debate, con puyazos y todo, quedó en la retina de los peruanos y hoy el video en YouTube cuenta con cientos de miles de reproducciones, que recomiendo ver. Vargas Llosa proponía un plan de gobierno liberal, fiel a sus convicciones. Hablaba de tomar medidas drásticas para recuperar nuestra economía, pero calculando un apoyo social a los más pobres para que estos no se vean afectados.
El ‘Chino’ del tractor lo acusó de querer hacer un ‘shock’. Vargas Llosa no ganó aquellas elecciones y su rival fue quien meses después, a través de su ministro Hurtado Miller, aplicó el ‘shock’, pero sin ninguna política de ayuda social. Resalta Cateriano en su libro que Vargas Llosa no solo es un liberal desde el punto de vista político, sino también desde lo económico.
Tras el golpe de Estado de Fujimori, el más furibundo crítico fue el escritor. Leal a sus principios, Vargas Llosa nunca aceptó ni toleró un milímetro a las dictaduras, sean del espectro político que sean. Fue un crítico permanente de diversas autocracias. Y recuerda Cateriano: “La de los hermanos Castro, las que ha padecido y hoy sufre Nicaragua, la de Pinochet, la de Videla, la de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, y otras que han sometido a distintos pueblos de América Latina”.
Su defensa de la democracia ha sido tan férrea que en las últimas elecciones peruanas decidió apoyar a la candidata Keiko Fujimori, pues consideraba que su rival, el profesor Pedro Castillo –títere de Vladimir Cerrón, un comunista rancio- era una opción que dinamitaría las libertades que él tanto defendía. Su postura, obviamente, fue tan polémica como criticada, aunque el tiempo le dio la razón. Pero eso siempre ha sucedido con Mario Vargas Llosa, nuestro intelectual más universal, sus posturas generan debates, controversias y polarización en la sociedad. Sin embargo, hay una verdad absoluta, nunca ha traicionado sus convicciones ideológicas. Y eso es de admirar. Apago el televisor.
MÁS INFORMACIÓN:
Cárceles en el Perú y ‘El marginal’
La muerte del ‘Russo’ y el gobierno incapaz
Guerra a mafias como en Nueva York