Este Búho viene advirtiendo desde hace mucho tiempo que la delincuencia está cada vez más sanguinaria y ha desbordado la labor de la Policía. Lo peor es que estamos ante un Gobierno incapaz que no impone la autoridad y un Congreso que les hace el juego a las bandas criminales.
Precisamente hay indicios de que en este atentado contra la Fiscalía de Trujillo estaría detrás la minería ilegal —que tiene representación en este Parlamento. Por la forma del ataque, varios mencionaron a Sendero Luminoso y es triste comprobar que muchos jóvenes no saben quién fue el genocida Abimael Guzmán.
Sendero le hizo mucho daño al Perú. Se me vino a la mente la calle Tarata, en Miraflores, donde el 16 de julio de 1992 —solo dos meses antes del arresto de Guzmán— estos miserables hicieron explotar un ‘coche bomba’ que mató a 25 personas. Los muchachos no vivieron esta época negra en la historia del Perú.
En esos tiempos el país libraba una sangrienta guerra en la que cada día moría asesinado un policía o un militar. Los apagones por voladuras de torres eléctricas eran cosa común. Solo para tener una idea del grado de violencia que se vivía, de enero a julio de 1992 estallaron en Lima Metropolitana 37 ‘coches bomba’ que dejaron unos 50 muertos.
Eran, también, los días de los asesinatos selectivos de dirigentes como la combativa luchadora social María Elena Moyano, quien en febrero de ese año, en Villa El Salvador, fue asesinada por un comando senderista, durante una pollada profondos para un comité del Vaso de Leche. Una mujer se le acercó delante de sus pequeños hijos y le disparó en el pecho y la cabeza. No contentos con su crimen, arrastraron su cadáver hasta la puerta del local, donde le colocaron cinco kilos de dinamita y la hicieron volar en mil pedazos.
Abimael Guzmán, quien ya arde en el infierno, se ufanaba afirmando que la guerra pasaba a una etapa de ‘equilibrio estratégico’, momento previo de la destrucción del Estado para la captura definitiva del poder. Pero ni el asesinato de Moyano, ni el de otros miles de peruanos inocentes caló tanto en todo el país como el atentado de Tarata.
Fue un jueves, a las 9:20 de la noche. Cargaron un auto con 400 kilos de dinamita para volar los bancos de la avenida Larco, pero como los policías no los dejaron estacionar, avanzaron unos metros, se bajaron y dejaron rodar el carro hasta la calle Tarata. La explosión fue brutal y destrozó todo en 300 metros a la redonda: viviendas, bancos, centros comerciales, vehículos. Además de los 25 muertos y cerca de 200 heridos, desaparecieron cinco personas.
El relato de lo que pasó segundos después, hecho por la niña Vanesa Quiroga Carvajal, de 12 años, hija de una vendedora ambulante, es estremecedor: “Mi mamá me cargó, la gente corría de un lado para otro, ensangrentada y gritando. Horrible. En eso le dije a mi mamá que me dolía la pierna. Fue entonces que ella dio un grito. Mi pierna no estaba, había volado. Mi mamá corrió en busca de mi pierna para colocarla en su sitio, pero no la encontró. Me llevaron al hospital Casimiro Ulloa y meses después los doctores me colocaron una prótesis. ¿Sabe?, ya no tengo pesadillas como antes. Sin embargo, a veces todas esas horrorosas imágenes aún dan vueltas en mi cabeza”.
Esa asonada marxista leninista maoísta dejó cerca de setenta mil muertos. El Perú comenzó a despertar de la pesadilla de Sendero con la captura de Guzmán.
Los sabuesos del GEIN lo agarraron en una residencia de Surquillo que tenía la fachada de una academia de danza, dirigida por la bailarina Maritza Garrido Lecca. El Perú tiene mala memoria, hay que recordar que en el gobierno de Pedro Castillo hubo ministros que habían sido senderistas. Increíble. Se necesita decisión política para vencer a las mafias criminales y la delincuencia. Apago el televisor.
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