
Este Búho ha disfrutado de las deliciosas playas de Piura: Máncora, Vichayito, Órganos, Ñuros. Tan turquesas, tibias y mansas. Desde mi juventud he visitado la tierra de los chifles. Primero de mochilero disparatado y luego, con los años, como un viejo soldado en busca de reposo. El piurano es alegre, hospitalario, solidario y bromista a más no poder. Ese viejo chiste tan popular en todo el país le pertenece a esa región: El primer amor de un piurano es la burra. Su delicioso cebiche de caballa con zarandaja y su clarito con cervecita negra son manjares que no se encuentran en otras partes del Perú. Punto aparte se merece la malarrabia, tradicional en Semana Santa.
Sin embargo, de Piura y sus bondades me ocuparé otro día. Ahora el departamento se encuentra de luto. La muerte de Paul Flores, ‘Russo’, vocalista de la orquesta Armonía 10, ha conmocionado a la nación entera. El cantante era un joven con ese espíritu jocoso y festivo propio de los norteños. Se encontraba en la cúspide de su carrera cuando fue acribillado por malditos extorsionadores en Lima.
Tenía una esposa y un pequeño hijo a quien no verá crecer. Su fama de norte a sur se había acentuado con el lanzamiento del tema ‘El pendejerete’, en el que hacía dúo con la bella Leslie Shaw y sonaba en todas las radios. La trágica muerte del ‘Russo’ ha puesto sobre el tapete el infierno que viven las agrupaciones de cumbia más conocidas, como Corazón Serrano, Agua Marina o La Única Tropical, por mencionar algunas. Pero también es la realidad de miles y miles de emprendedores del Perú.
Ya nadie está a salvo de la delincuencia, ya nadie se libra de este flagelo. El ciudadano de a pie se pregunta si las mismas estrellas del espectáculo sufren estos atentados, qué les espera a ellos. Ni nuestros niños se salvan, pues sus colegios sufren amenazas de atentados si no pagan los cupos que exigen. Y es que Perú se ha convertido en una zona liberada, casi en una anarquía, en una chacra sin dueño, en donde brota la mala hierba sin control.
Nadie enfrenta el problema. Y los peruanos, como aquel pescador pisqueño, naufragamos a la deriva. Mientras el país se desangra, la presidenta heredera de Pedro Castillo, Dina Boluarte, canta y pide la pena de muerte frente a cientos de niños. Y su principal escudero, Juan José Santiváñez, se aferra al cargo. Un cargo que consiguió a condición de defender los intereses de su jefa, amante de las cirugías, los relojes y las joyas costosas.
Ha tenido que ser asesinada una estrella de la cumbia para que ante tanta presión social el Congreso por fin decida vacar a Santiváñez, si es que finalmente ocurre el viernes. Un Congreso lumpenesco, infectado de ‘niños’, ‘mochasueldos’, parroquianos de OnlyFans y demás seres de la peor calaña. Esta rabia contenida en la población será determinante en las próximas elecciones y muy probablemente se alinee a un candidato radical de derecha o izquierda, que prometa soluciones díscolas para aplacar esta ola criminal. ¿Cuántos muertos más tenemos que contar para que por fin alguna autoridad tome la batuta de este país? Es una pregunta sin respuesta, lamentablemente. Apago el televisor.
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