Michael Dougles y Katherine Turner en un clásico de los 80'. (Difusión)
Michael Dougles y Katherine Turner en un clásico de los 80'. (Difusión)

Este Búho se queda atónito al ver la pelea que en plena vía pública protagonizaron el , una ex reina de belleza. Todo fue grabado por las cámaras de seguridad. Ella lo corretea por la calle y él se escapa corriendo con la manga rota de la camisa. En ese trance van y vienen. Todo delante de los atónitos transeúntes que no comprendían muy bien lo que estaba ocurriendo. Hasta que el burgomaestre decide subirse a su camioneta y la mujer se cuelga de la puerta. Él avanza con el carro, arrastrándola unos metros hasta que ella cae a la pista y se golpea. De milagro se salvó, pues la llanta trasera del pesado vehículo pasó a solo unos centímetros de su cabeza.

Esta vergonzosa bronca pudo acabar en tragedia. Me recuerda la alucinante película ‘La guerra de los Roses’ (1989), dirigida por el talentoso Danny DeVito. El comienzo es aleccionador. Está el abogado Gavin D’Amato (Danny DeVito) en su estudio frente a un cliente que quiere divorciarse y se permite decirle unas palabras. ‘Antes de iniciar el trámite, quiero que escuche la historia de los esposos Oliver Rose (Michael Douglas) y Barbara Rose (Kathleen Turner). Mi cuota es de 450 dólares la hora. Cuando un hombre que gana 450 dólares la hora quiere decirle algo sin costo, debe escucharlo’.

Y así comienza la historia de la pareja. Oliver era un joven de origen clasemediero, que con esfuerzo estudió en Harvard; ella era una gimnasta bella, inteligente. Se conocieron en una subasta, donde se enfrentaron por comprar un adorno. Ella pujó hasta ganar y eso hizo que se enamoraran y se casaran. La mujer dejó sus estudios y se convirtió en ama de casa y educaba a una pareja de niños. Además, ella lo apoyó en sus estudios universitarios y luego él escaló hasta convertirse en el abogado estrella de un gran bufete neoyorquino.

Se mudan a una casa de tres pisos con un inmenso jardín en un barrio residencial. Barbara la remodela. Aparentemente forman una familia feliz, el clásico matrimonio yuppie: jóvenes, guapos, exitosos, con hijos, una gran casa, autos y objetos de valor. Pero todo se desmorona cuando los hijos crecen y se tienen que ir a estudiar a una universidad lejana.

Ahí Barbara se da cuenta de que Oliver le resulta insoportable, pues la humilla, la menosprecia, no le da su lugar, se cree superior ¡¡y todavía ronca!! Ella se pone a trabajar y a él le da lo mismo. Cuando accidentalmente el marido mata a la mascota de su mujer, esta intenta asesinarlo encerrándolo en el sauna. Pero después ‘se arrepiente’ y le sirve el paté que fabrica para el negocio y cuando su esposo acaba, ella le pregunta: ‘¿Te gustó el paté?, lo hice con la carne de tu perro’.

Como ninguno quiere renunciar a la casa, la dividen con una línea de brocha gorda. Comienzan a destruir todos los objetos que más aman, poco a poco, brutalmente, sin importar los altísimos costos en moneda. Barbara siempre está un paso adelante y seduce al abogado de Oliver y su mejor amigo D’Amato, para que salga a favor de ella.

Creo que ninguna historia de conflicto conyugal puede ser más brutal y corrosiva, pero aleccionadora, como esta. Barbara Rose, brillante la Turner en este papel, nunca dejará su odio. ¿Había amor detrás? Lo dudo. Perfecto Michael Douglas, quien al final intenta darle una pizca de sentimiento a ese pozo séptico lleno de desprecio, odio, deseo de venganza y sadismo en que se ven envueltos en el epílogo.

Brillante Danny DeVito como el abogado D’Amato, especialista en divorcios, quien después de ver el trágico final de sus amigos les recuerda a sus clientes que mejor no se divorcien, porque al fin y al cabo el matrimonio es una sociedad que tiene sus buenos años. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Apago el televisor.

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