Este Búho cree que la muerte de Alberto Fujimori continuará polarizando al país. Pasarán muchos años y se seguirá hablando de las cosas buenas de su gobierno y también de las malas, asociadas a la gran corrupción que se vivió durante los diez años que gobernó junto a su ‘socio’ Vladimiro Montesinos. Pero es evidente que un hito histórico fue la captura del genocida Abimael Guzmán, el líder de Sendero Luminoso.
Hay que tener muy en cuenta que este movimiento asesino no está muerto, sino que vive disfrazado con diferentes fachadas. No olvidemos que hasta hace poco estuvieron cerca a Palacio de la mano de Pedro Castillo, quien tuvo a un ¡ministro! que había sido vinculado a atentados dinamiteros en los años ochenta en Ayacucho. Increíble. Sería importante que los canales de televisión vuelvan a emitir en horario especial el reportaje ‘La captura del siglo’ o la miniserie del mismo nombre para conocer la verdad de los hechos.
En la serie de televisión se aprecia cómo cae Abimael Guzmán en una casa de Surquillo. Un notable Gustavo Bueno encarna al sagaz ‘Comandante Bonilla’, jefe de la división, quien en la vida real sería Benedicto Jiménez o Marco Miyashiro, a quienes les debemos la captura del genocida. Según la historia, los policías estaban frustrados. Los senderistas mataban agentes a diario a traición, con disparos en la cabeza, en los mercados y en las puertas de locales públicos. En la miniserie se ve cómo renegaban en los velorios. Había algunos que, en voz baja, hablaban de formar escuadrones para matar senderistas, pero Bueno tiene otra visión. “De nada vale responder sangre con sangre. Debemos capturar a la cabeza de la organización. Al llamado ‘Camarada Gonzalo’ y la cúpula dirigencial”, afirma. Cuando le dan el visto bueno, le asignan una pequeña oficina y comienza a recolectar policías idóneos para hacer un trabajo de investigación, cuyo final tendría que ser la captura de Abimael, a quien comenzarían a llamar ‘Cachetón’. Los investigadores del GEIN le echaron el ojo al director de la academia César Vallejo, que era un centro de captación de ‘cuadros’ senderistas.
El director había purgado cárcel por terrorismo, pero sospechaban que sus vínculos con la cúpula senderista seguían intactos. Fue justamente fruto de estos seguimientos que pudieron llegar a personajes que, sin tener antecedentes, servían al Comité Central. Una de ellas fue una mujer que había sido monja. Los llevó al allanamiento de la residencia de Monterrico. Una lujosa casa que sirvió de cuartel general de la cúpula, donde vivió Abimael Guzmán. Allí se grabó el famoso video del genocida bailando ebrio ‘Zorba, el griego’ con toda la cúpula del Comité Central. Por fin se podía ver al verdadero Abimael, barbón, con anteojos, muy distinto al de la fotografía del afiche policial de 1977.
En la clandestinidad su precario estado de salud le requería muchos medicamentos, que fueron hallados en la casa de Monterrico. Un dirigente senderista arrepentido suministró valiosa información que llevó a seguirle los pasos a una pareja joven, ella muy bella, la bailarina Maritza Garrido Lecca. Y él, un arquitecto de la Ricardo Palma, Carlos Incháustegui. Vivían en una residencia de dos pisos de Surquillo. Era sospechoso porque él no trabajaba. Les hicieron un seguimiento minucioso. Toda la basura de la casa era revisada. Se consumía mucho vino y whisky, cajetillas de cigarros Winston, bastantes medicinas. ¿Para quién era toda esa farmacia? Resultaba extraño, pues el inmueble funcionaba como una academia de baile y era habitado por dos jóvenes que rebosaban de buena salud. Además, compraban demasiada comida, quince panes en el desayuno. Fue un gran trabajo de inteligencia. Los policías que capturaron al ‘Cachetón’ merecen el reconocimiento de todo el Perú. Apago el televisor.
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