Este Búho recordó emocionado que ayer se cumplieron diez años del histórico día para las letras peruanas, en que la Academia Sueca anunció que nuestro escritor Mario Vargas Llosa había sido galardonado con el Premio Nobel de Literatura. El novelista nacido en Arequipa (1936) confesó, aunque algunos ponen en duda sus palabras, que no tenía ninguna esperanza de obtener el máximo galardón que se concede a la obra literaria. El arequipeño siempre estaba en el ‘bolo’. Confiesa que aquella mañanita del 7 de octubre del 2010, se había levantado, como siempre, a las cinco de la mañana, para aprovechar horas de soledad y silencio para leer, mientras desde los ventanales de su amplio departamento de Manhattan (Nueva York) -estaba dictando el curso de ‘Filosofía de la escritura’ en la prestigiosa Universidad de Princeton- veía el cielo gris de otoño de la ciudad. Leía un libro que era parte del curso que ese día debía dictar a sus privilegiados alumnos: ‘El reino de este mundo’, de Alejo Carpentier. Estaba sumido en la lectura cuando sonó el teléfono. Por lo temprano de la hora, lo primero que pensó fue que la llamada traía noticias malas de Lima, que tiene la misma hora que la ‘gran manzana’. Cuando una voz que se identificó como el secretario de la Academia Sueca lo felicitaba porque le habían otorgado el Premio Nobel de Literatura, sonrió entre sorprendido y algo enojado. Había que ser muy osado para ‘vacilarlo’ de esa manera ¡¡y a esa hora!!
“Yo hace muchos años que no pensaba que estaba entre los candidatos. Ha sido una sorpresa mayúscula esta mañana, ni siquiera en estos días tenía el recuerdo que se estaba dando este premio por estas épocas. Ha sido una gran sorpresa y en primer momento pensé que era una broma”, fue lo primero que dijo cuando le confirmaron la noticia. Luego, según confesó, todo se volvió un acabose. Patricia, su entonces esposa, saltó de la cama a bañarse y a poner orden al caos. Ya el conserje del edificio le comunicaba que un ejército de periodistas de todo el mundo reclamaban las primeras palabras del flamante premio Nobel de Literatura y había que recibirlos en algún momento.
Llegaban también amigos escritores radicados en Nueva York, autoridades de Princeton, miembros de la embajada peruana, familiares y amigos. Había que organizar los ingresos, pero felizmente Patricia ya tenía ‘cancha’ en esos menesteres, pues fue su brazo derecho durante la campaña electoral de 1990. El teléfono no paraba de sonar. Todo se había vuelto una locura y solo Patricia podía organizar ese pandemonio, porque su marido seguía estupefacto, atontado por la noticia. Será por eso que a Mario se le cayeron las lágrimas cuando tiempo después, en la ceremonia de entrega del premio en Estocolmo, le rindió un emotivo, tierno y sincero homenaje a su entonces esposa y madre de sus tres hjos: Álvaro, Gonzalo y Morgana: “El Perú es Patricia, de naricita respingada y carácter indomable. Con la que tuve la fortuna de casarme hace cuarentaicinco años. Y que todavía soporta las manías, neurosis y rabietas que me ayudan a escribir. Sin ella, mi vida se hubiera disuelto hace tiempo en un torbellino caótico y no hubieran nacido mis hijos. Y es tan generosa que hasta cuando cree que me riñe, me hace el mejor de los elogios: Mario, para lo único que tú sirves es para escribir”.
Quién hubiera imaginado que años después, el narrador iniciaría un romance con la socialité filipina Isabel Preysler, exesposa de Julio Iglesias, quince años menor, lo que originó una escandalosa ruptura con Patricia, que dividió a su familia y culminó con un divorcio. Aquella noche en Estocolmo, durante la ceremonia de entrega del codiciado premio, el autor de obras emblemáticas como ‘La ciudad y los perros’ y ‘Conversación en la catedral’ ofreció un hermoso discurso, que inició relatando sus comienzos, en su encuentro eterno con la literatura: “Aprendí a leer a los cinco años, en la clase del hermano Justiniano, en el Colegio de La Salle, en Cochabamba (Bolivia). Es la cosa más importante que me ha pasado en la vida. Casi setenta años después recuerdo con nitidez cómo esa magia, traducir las palabras de los libros en imágenes, enriqueció mi vida, rompiendo las barreras del tiempo y del espacio y permitiéndome viajar con el capitán Nemo veinte mil leguas de viaje submarino, luchar junto a D’Artagnan, Athos, Porthos y Aramis contra las intrigas que amenazan a la reina en los tiempos del sinuoso cardenal Richelieu”. Definitivamente, un maestro y un orgullo para el Perú. Apago el televisor.