
Este Búho vio las imágenes del actor Renato Rossini revelando que padece del mal de Parkinson. Leo algunos comentarios en redes sociales, donde se pueden ver las opiniones más alucinantes, que no le creen porque, según dicen, ‘es una enfermedad de ancianos’. La ignorancia siempre es atrevida. Recuerdo que hace unos años una imagen me llenó de nostalgia. Los actores Michael J. Fox y Christopher Lloyd tuvieron un histórico reencuentro por los 37 años de ‘Volver al futuro’.
Era evidente que el Parkinson había deteriorado mucho la salud de Fox, que ahora tiene 63 años. Al actor le descubrieron el mal cuando ¡tenía 29 años! Y empezó con unos pequeños temblores en el dedo meñique. Este columnista se sorprende de lo fugaz del tiempo. Nunca olvidaré cuando aquel 1985 vi la película un sábado en matiné en el moderno y cómodo cine Tauro —hoy en abandono— del jirón Washington.
Gracias a mi enamoradita de ese entonces, ingresábamos gratis porque uno de los encargados era novio de su prima. Allí vi lo que hoy se considera como un clásico de las películas de entretenimiento: las alucinantes aventuras del adolescente Marty McFly (Michael J. Fox) y su amigo, el científico loco ‘Doc’ Emmett Brown (Christopher Lloyd), en sus viajes, primero al pasado 1955, donde McFly, aterrado, debe evitar el acoso de la adolescente Lorraine, quien es su futura madre, y hacer todo lo posible para que ella se enamore de su futuro padre, un chico tímido y sin brillo.
Aquí no hay una máquina del tiempo estática, sino una construida por el ‘Doc’ a partir de un automóvil espectacular marca DeLorean. Esta primera película de la saga terminaba con Marty, su novia y el ‘Doc’ enrumbando al 2015, para evitar que los futuros hijos de la parejita vayan a la cárcel.
Recuerdo que salimos del cine asombrados con el filme de Robert Zemeckis (a quien el futuro le depararía grandes satisfacciones, como ganar el Oscar al mejor director y a la mejor película por ‘Forrest Gump’, de 1994), pero también caminábamos temerosos por los coches bomba de los terroristas de Sendero Luminoso, que los colocaban en las calles de Lima, como ahora ponen explosivos los malditos extorsionadores.
Por esos días, un joven político aprista, Alan García Pérez, había llegado a la presidencia prometiendo un ‘futuro diferente’, pero si hubiese tenido el DeLorean del ‘Doc’ en el filme y hubiese viajado al futuro, se habría asustado de ver lo que iba a ser su desastroso primer gobierno. Si la primera entrega sorpresivamente fue récord de taquilla y su tema principal, ‘The Power of Love’, de Huey Lewis and the News, era el número uno en las radios, el estreno de ‘Volver al futuro II’ causó histeria global y en los cines del mundo no cabía ni un alfiler.
En Perú se estrenó en el verano de 1990. La cinta sobrepasó las expectativas. Todos querían observar cómo sería el lejano futuro 2015. En realidad, a diferencia de películas futuristas de culto, como ‘Blade Runner’, donde las ciudades son ultrasombrías, de rascacielos oscuros y pantallas led con anuncios japoneses, el ‘futuro’ urbanístico de Zemeckis era diáfano, de sol brillante, colorido, con locales de malteadas y rockolas más bien sesenteros.
Pero hay algunas predicciones que no se cumplieron hasta hoy: las zapatillas que se anudaban solas, las casacas que se mojaban y se autosecaban, la basura reciclada que se podía comer. Alucinamos con las ‘videollamadas’ porque en ese año 1990 para hacer una llamada teníamos que hacer una colaza en un teléfono público con unas prehistóricas fichas ‘rin’ de la estatal Compañía Peruana de Teléfonos, y todavía no había celulares ni Internet.
Viajábamos en micros llenos de rateros y las mujeres eran presas de mañosos de toda edad. No existían el Metropolitano ni el Metro de Lima. Y todavía seguían los apagones de Sendero y, para colmo, Perú perdió todos los partidos de las Eliminatorias para el Mundial de Italia 90. ¡Cómo queríamos regresar al cine y ‘Volver al futuro’! Apago el televisor.
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