Este Búho mira por televisión las imágenes impresionantes de la extradición a Estados Unidos del narcotraficante más grande de Colombia y cabecilla de la banda criminal ‘Clan del Golfo’, Dairo Antonio Usuga David, ‘Otoniel’.
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El narco debe responder, aparte de narcotráfico, por envío de droga a México y Estados Unidos, por delitos de extorsión, homicidios, concierto para delinquir y delitos de lesa humanidad, como reclutamiento forzado, violación de niñas y niños y adolescentes.
Enmarrocado de pies y manos, con chaleco antibalas y casco, el capo fue comparado por el presidente Iván Luque como el ‘nuevo Pablo Escobar’. El feroz clan tiene un ejército de dos mil miembros e influye en 200 municipios al noreste del país, donde prácticamente controla zonas ‘liberadas’ desde hace quince años.
Sin embargo, los lugartenientes, inmediatamente después de la extradición de su líder, decretaron un ‘paro armado’ al mismísimo estilo de Sendero Luminoso en Perú. Fue un desafío al presidente Luque, quien había anunciado que con el narco extraditado, el ‘Clan del Golfo’, la organización que abastece de droga a los carteles mexicanos, estaba liquidado.
Craso error. Fue un paro violento, donde las bandas criminales amenazaban con asesinar a quienes osaban no acatar la paralización, por lo que en varias zonas del país las calles aparecieron desiertas. Lo mismo al transporte público y carros particulares.
Se reportaron seis asesinatos, incluidos dos policías, y se quemaron 118 vehículos. Pero lo más preocupante de todo esto es que el sanguinario cartel no dará tregua a poco menos de un mes de las elecciones presidenciales.
Esta situación me hizo recordar el terrible escenario que vivió nuestro país cuando las bandas del narcotráfico y el terrorismo tenían sus zonas ‘liberadas’ en el Alto Huallaga, Uchiza o Tocache. Uno de los ‘puntos de quiebre’ en la lucha contra el narcotráfico significó el terrible asesinato, en 1989, del periodista norteamericano del diario de Florida ‘Tampa Tribune’, Todd Smith, justamente durante un ‘paro armado’ decretado por Sendero Luminoso en Uchiza.
Durante muchos años se mantuvo como incógnita quién, quiénes y por qué mataron al intrépido hombre de prensa. Pero fuentes de inteligencia a las que tuvo acceso la agencia de noticias Associated Press revelaron que quienes torturaron y ejecutaron al periodista fueron los integrantes de un comando de aniquilamiento senderista.
EL LUNAREJO Y LOS HERMANOS ZAMORA
Pero quienes dieron la orden fueron los capos del narcotráfico de la zona: Fernando Zevallos, (a) ‘Lunarejo’ -sindicado por el gobierno de George Bush de ser uno de los diez más grandes capos de la droga-, y los hermanos Arnulfo y Moisés Zamora. ¿El motivo? Los tres querían muerto a Smith porque pensaban que había descubierto información sobre un cargamento de casi tres toneladas de cocaína que iba a ser enviado de Uchiza (San Martín) a Colombia.
Fue Arnulfo -según la agencia de noticias- quien encargó a una célula de terroristas golpear, torturar y estrangular al reportero, quien justamente investigaba los vínculos entre Sendero y el tráfico ilícito de drogas. El norteamericano tomaba fotos en la plaza de armas cuando fue secuestrado por una camioneta cuatro por cuatro. Nunca más se le vio con vida.
Su colega norteamericano Tim Collei, quien observó el cadáver de su amigo llegado de Uchiza a la morgue de Lima, afirmó que estaba tan brutalmente golpeado que le fue difícil reconocerlo. El cuerpo del reportero fue encontrado con un cartel que decía: ‘Así mueren los espías norteamericanos ligados al Pentágono. Viva el PCP. Viva la guerra popular. Viva el presidente Gonzalo. Muera el genocida Bush’.
Por esta razón, al principio se le atribuyó el crimen a Sendero Luminoso y no se vinculó el crimen con el narcotráfico. Según las informaciones de AP, Arnulfo Zamora dio instrucciones para el asesinato en una reunión con su hermano Moisés, Zevallos y dos senderistas.
Arnulfo y Zevallos fueron procesados por el frustrado envío de 3.3 toneladas de cocaína a Guadalajara, México, en 1995. Zamora murió en el 2014 en prisión, presuntamente de un cáncer al estómago, mientras que su hermano Moisés fue asesinado en 1999.
Fernando Zevallos cumple una condena de treinta años por lavado de dinero, narcotráfico, pero nunca ha sido sentenciado por el crimen del periodista del ‘Tampa Tribune’. Apago el televisor.