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Este Búho está convencido de que Vladimiro Montesinos es uno de los personajes más siniestros de la historia de la política peruana. Un psicópata que, increíblemente, estuvo en las más altas esferas del poder durante el gobierno de Alberto Fujimori. Pero como el destino es circular en el Perú y todo vuelve a suceder, leo que ahora, pese a que está encerrado en la Base Naval, intentaría volver a la política al afiliarse al movimiento ‘Por amor al Perú’, uno de esos tantos partidos desconocidos que uno no sabe cómo logran inscribirse en el Jurado Nacional de Elecciones.
En este país cualquier analfabeto funda un partido y las autoridades le dan el visto bueno. Es una vergüenza que tengamos más de 40 para las próximas elecciones. Las historias que se han escrito sobre Vladimiro lo ‘pintan’ como un enfermo y retorcido. Acumuló millones de dólares en cuentas bancarias del extranjero que no puede ni gastar, ya que su destino es que muera en prisión por todo el daño que le hizo al país.
Una de las amantes del ‘Doc’ fue la ‘Pollito’, Matilde Pinchi Pinchi, quien precisamente lo hundió ante los jueces: “En épocas de reelección ingresaban al Servicio de Inteligencia nueve millones de dólares al mes, plata robada de instituciones del Estado, de la caja militar-policial, de las cutras por compra de armamento chatarra o el narcotráfico. Todo era para pagar a congresistas tránsfugas, diarios chicha, jueces, canales de televisión, radios y periodistas ‘famosos’”.
Recuerdo que Pinchi Pinchi declaró eso en el juicio, en la misma ‘pepa’ de Vladi, quien la miraba con odio. Y la ‘Pollito’ continuó: “Al principio poníamos el dinero en cajas de leche, pero cuando ya eso rebalsó, compramos una caja fuerte gigante”. Pero hay más ‘perlitas’. En sus años de todopoderoso, incrementaba su patrimonio cobrando cincuenta mil dólares por cada avioneta que despegaba repleta de cocaína desde las pistas clandestinas en el Huallaga. Su ‘gendarme’ era un oficial del Ejército apodado ‘Capulina’.
En ese entonces, el principal abastecedor de drogas del ‘Patrón’ Pablo Escobar, jefe del Cártel de Medellín, era Demetrio Chávez Peñaherrera, ‘Vaticano’, quien operaba en el Huallaga, vecino a la Base Antisubversiva de Campanilla. Tan contento estaba Vladimiro con los suculentos pagos que realizaba el narco, que aceptó su invitación y viajó hasta Campanilla para festejar el cumpleaños de Demetrio. Este, además, gastaba decenas de miles de dólares en llevar desde Lima a las más cotizadas vedettes y modelos.
“El Doc era del otro equipo”
No soportó que el ‘Doc’, ebrio por beber finísimas botellas de champán ‘Cristal’ y caliente en lujuria selvática, intentara besarlo y, lo que fue peor, osara tocarle su miembro viril. ‘Vaticano’ contó esa historia mil veces. “El Doc era del otro equipo”, concluía. Quién sabe si resentido por el rechazo del traficante, ni bien regresó a Lima le ordenó a ‘Capulina’ que aumente el precio por avioneta a cien mil dólares.
Cuando el narco se negó, el ‘Doc’ le declaró la guerra y mandó dinamitar las pistas de despegue. ‘Vaticano’ huyó a Colombia, pero Montesinos lo denunció a la DEA y lo apresaron y extraditaron. Cuando Chávez Peñaherrera contó que el ‘Doc’ era su socio, la audiencia se suspendió. Al día siguiente llegó como un zombi, se autoinculpó y fue sepultado en la Base Naval. Lo habían ‘enderezado’ a punta de electroshocks.
En el libro de Toño Angulo Daneri, quien hoy reside en España, ‘Llámalo amor si quieres’, se narra una historia pervertida del jefe del Servicio de Inteligencia. Un día le dijo a uno de sus oficiales de más confianza en la playa Arica, el que monitoreaba los videos de todos los ambientes de su ‘búnker’ en la playa donde vivía con su amante, Jackeline: “Quiero que veas la pose del esquiador”.
Colocó unos videos donde se veía a Vladi, su ‘gatita’, como llamaba a Jackie, y un stripper afroamericano que había conocido en Nueva Orleans, al que contrataron especialmente para que viajara a Lima, abonando miles de dólares robados al fisco.
La orgía empezó cuando se despojaron de toditita la ropa y desnudos bailaron los tres. Luego -refiere Angulo- se sentaron en un sillón. La ‘gatita’ al medio y los dos varones a sus dos costados. En eso, ella comenzó a agarrarles a ambos sus partes íntimas, ¡¡como si de verdad estuviera cogiendo y jalando los dos fierros largos de esquiar en la nieve!!
Lo alucinante, según el testimonio del ayudante de Vladimiro, contado en el libro de Toño, es que en un momento el asesor exclamó, al ver las imágenes: “¡Mira, mira, ella lo mira a él y no a mí!”. Y según el ayudante, efectivamente, la mujer del ‘Doc’, mientras ‘esquiaba’, le lanzaba miradas lujuriosas y le sacaba la lengua lascivamente al morocho bailarín norteamericano. Vladi, al ver eso, ‘comenzó a llorar desconsoladamente’. Apago el televisor.
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