Este Búho reconoce que en estos tiempos de streamings hay muchísimas cosas para ver. Cuando llego a mi casa a la medianoche, luego de una larga jornada en el diario y no logro conciliar el sueño, hago zapping. Series, documentales de fútbol, box y hasta me sumerjo en YouTube para ver goles de las épocas doradas del fútbol peruano.
Otra de mis manías es regresar a las películas que se quedaron grabadas en mi mente. En estos días de paros por la incapacidad del gobierno para enfrentar a los malditos extorsionadores, me alejo por unas horas de la terrible realidad que vive el país. Anoche volví a una de las historias más alucinantes de los últimos tiempos y gracias a la casualidad.
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Este columnista durante algún tiempo de su vida se desempeñó como periodista policial y conocía los nombres de los asesinos en serie más famosos de la historia, como el siniestro Ted Bundy o el indescriptible Charles Manson, que algunos jóvenes desorientados admiran. Pero no sabía que en las bucólicas playas de Asia, como Bombay o Bali, una serpiente se arrastraba entre las sombras con el nombre de Charles Sobhraj, en actuación magistral de Tahar Rahim.
La serie se titula ‘La serpiente’ (The serpent) y narra la historia de un maldito y sanguinario asesino en serie y traficante de gemas, quien mató a jóvenes turistas en Asia a mediados de los setenta junto a su hermosa pareja canadiense Marie-Andrée Leclerc, oriunda de la ciudad de Quebec, a la que le puso el nombre de ‘Monique’ (la siempre bella Jenna Coleman).
Ambos malhechores se dedican a robar los pasaportes de los jóvenes hippies que llegaban con la aureola del ‘peace and love’, y las ganas de adentrarse a experimentar más sobre la tradición budista.
En ese tiempo las identificaciones internacionales eran muy rudimentarias, y los pasaportes de Europa y Estados Unidos eran fáciles de falsificar. Eso lo pude saber de la misma boca de una funcionaria del Departamento de Migraciones del Perú. Me enseñó cómo operan los falsificadores y delincuentes internacionales, los hackers, y me dejó sorprendido con el aparato de prevención tecnológica que desde hace cuatro años implementan ante las migraciones y fechorías en el país.
La serie nos presenta, además, un escaneo profundo del personaje, un delincuente cerebral, que en cada cárcel donde cae encuentra la manera de escapar. Un hombre que no ama a nadie, ni a su esposa, ni a sus hijos, ni a su madre. Un maldito con todas las letras y que no vacila en quemar a dos idealistas turistas holandeses estando vivos. Por la desaparición de estos turistas, un segundón funcionario diplomático de Holanda se convierte en un James Bond.
Un policía implacable para descubrir la desaparición de estos dos muchachos. Increíblemente, lo que se encuentra es una montaña de cadáveres que Charles y su bella novia ‘Monique’ dejaron regados por toda Asia. El final es terrible. Búsquenla. Increíblemente hay que pensar que por un sencillo pasaporte puede haber un criminal. Apago el televisor.
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