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Este Búho entonces viajaba en la camioneta de un viejo y curtido periodista, de voz aguardientosa y barba tupida. Ya se había jubilado del periodismo, en donde fue un célebre reportero de televisión, y había llevado toda esa mochila de viajes y reportajes de antología a las aulas universitarias. Íbamos en su camioneta, decía, cuando de pronto sacó de la guantera un disco que en mi vida sería un parteaguas: ‘Buscando América’, del maestro de la salsa Rubén Blades.
Mientras cruzábamos la avenida Arequipa, en Lince, rumbo a la sierra de Lima, el colega señalaba la computadora de su vehículo y preguntaba: ‘Arnulfo Romero, ¿ustedes saben quién fue Arnulfo Romero?’. En realidad, nadie sabía. Y él, guerrero de muchas batallas, decía con el pecho inflado: ‘Yo lo entrevisté en El Salvador’.
Y en los parlantes sonaba a todo volumen: ‘El padre Antonio y su monaguillo Andrés’, la crónica de un sacerdote que fue asesinado, junto a su acólito, mientras celebraba una misa. Y esa canción estuvo inspirada en Arnulfo Romero, el cura –luego santo- a quien el viejo periodista había entrevistado algunos años atrás de aquella tragedia, en plena guerra civil salvadoreña. Lo evocaba con esa vanidad propia de los reporteros que se saben testigos directos de un momento importante en la historia. Y así el disco seguía girando.
Rubén Blades, el compositor e intérprete de aquel tema que nos envolvía esa mañana mientras viajábamos, había plasmado en clave de salsa aquella historia de sicariato, eucaristía y conflicto armado con un talento que el mismísimo Gabriel García Márquez reconocía y admiraba. La protesta y crítica social es un componente que se adhiere de forma inevitable a cada creación del panameño. Uno baila sus canciones a la vez que va enfureciéndose con las injusticias políticas y va maldiciendo las dictaduras.
Uno agita la pelvis mientras cuestiona la banalidad humana o recapacita sobre la unión familiar. Posee una prosa impecable y más que músico se le considera un cronista, un prosista. Por eso, alguna vez, el premio Nobel colombiano de Literatura dijo que le hubiera gustado ser autor de ‘Pedro Navaja’, quizá la canción más universal y achorada de Blades, en la que un malandro, una prostituta y un borracho confluyen en una escena que termina en tragedia.
Claro que todo eso lo supe después, cuando motivado por las historias que mi compañero de ruta contaba sobre el salsero la curiosidad me empujó a buscar sus discos e indagar sobre su vida. Tan fan de su música me volví que hace aproximadamente 10 años viajé hasta Medellín para escuchar en vivo y en directo al gran Blades, en un conversatorio que organizó la fundación de periodismo Gabo.
Allí el músico contó pasajes de su amistad con el autor de ‘Cien años de soledad’ e incluso reveló que alguna vez ambos estuvieron tentados de grabar un disco, pero que finalmente el colombiano rechazó, aduciendo que sería un proyecto que nunca terminarían por la obsesión de ambos.
‘Ojos de perro azul’
Por último, Blades aceptó la negativa de su amigo, pero le propuso musicalizar sus cuentos más célebres y así nació el álbum ‘Agua de luna’, del que resalto el tema ‘Ojos de perro azul’. En 2014 llegó a Lima, aunque se trata de un visitante asiduo, pero aquella vez fue especial, pues anunciaba su retiro de la música para lanzarse a la arena política como candidato a la presidencia de su país. Para suerte de sus seguidores, esa candidatura no prosperó y hoy continúa con su exitosa carrera artística. Esa noche, en un concierto denominado ‘Feria del Hogar’ en Chorrillos, el emocionado salsero nos regaló sus más grandes éxitos. Una garúa livianita cayó sobre Lima.
Entonó, recuerdo perfectamente, ‘Decisiones’, ‘Amor y control’, homenajeó al compositor peruano César Miró e interpretó ‘Todos vuelven’. Y casi al cerrar su show, ‘El padre Antonio y su monaguillo Andrés’, que para este columnista es uno de los más descarnados y en el que despliega su más grande talento: contar una historia.
Y cada vez que un joven periodista me pide un consejo sobre el oficio le digo: lee a Capote y escucha a Blades. Al cierre de ese concierto, emocionado hasta las lágrimas por su despedida, prometió regresar algún día con su arte. Y cumplió. Me entero de que Rubén Blades vuelve este jueves 27 de febrero, junto al gran Marc Anthony y Víctor Manuelle. Se presentará en el Estadio Nacional. Por supuesto, ya tengo mi entrada y convoqué a mi viejo camarada para hacer manchita y disfrutar los temas más picantes y sabrosos del panameño. Somos ahí. Apago el televisor.
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