Mesa Redonda en temporada navideña
Foto: Julio Reaño/@Photo.gec
Mesa Redonda en temporada navideña Foto: Julio Reaño/@Photo.gec

Búho camina la gran ciudad. La temporada navideña empezó con furia. Voy por Mesa Redonda. Un mar de gente de todos los distritos de la capital y hasta de provincias llega a este emporio comercial para compras al por mayor y menor. Antes de empezar con mi recorrido, me tomo una deliciosa quinua con leche y un pancito con torreja de verduras. “Esta temporada es la que esperamos todo el año. Es cuando más ventas hay”, me dice la mujer que ofrece polos y pantalones. Y tiene razón, la mayoría de los comercios aguardan con ansias esta fecha para hacerse de una caja chica que los respaldará el año entrante.

Frente a ese escenario, suena disparatado que la mandataria de este país haya pretendido encerrar a la gente en sus casas, en plena crisis económica. La brújula presidencial parece estar desorientada. Estos emprendedores que viven del día a día no se darán el lujo de más feriados. No pueden. Esos compatriotas no amasan desorbitantes fortunas como la del sultán de Brunéi, Hassanal Bolkiah, de más de 20 mil millones de dólares, ni tienen un Rolls-Royce de oro o un avión privado, como el que acaba de aterrizar en nuestro país. Para nada. Con mucho esfuerzo han levantado sus puestitos en el corazón de Lima para ofrecer arbolitos, luces de colores, guirnaldas y decoraciones de temporada. Ahora también tienen que agenciarse para que esos días sin ir al colegio los escolares puedan asistir a sus clases remotas, una decisión que muchos especialistas consideran innecesaria, pues creen que el país no debe detenerse por esta cumbre de líderes, ni por ningún motivo.

“Nosotros no trabajamos para comprarnos Rolex o hacernos cirugías, nosotros trabajamos para darles educación y comida a nuestros hijos. Por eso no podemos parar”, me dice una vendedora de coronas navideñas, quien ha extendido su horario laboral de 8 de la mañana a 10 de la noche. Ellos saben que son meses para aprovechar y por eso los fines de semana se apoya en sus hijos para la venta. Toda la familia trabaja. Uno jala gente, otra cobra y el tercero despacha los productos. Cada día el Centro de Lima se va llenando más y más de ambulantes, debe ser esta la consecuencia de una cifra de desempleo que va en aumento, aunque desde el Gobierno quieran vender el cuento de que la economía está estable y en crecimiento. Un ‘caballito de batalla’ con el que Boluarte se defiende cada vez que sale una nueva acusación contra ella.

La calle hierve al mediodía. Los jaladores revientan los tímpanos y los estibadores empujan sin remordimiento. “¡Feria de árboles!”, “¡lleve sus vajillas navideñas!”, “¡compre con tiempo los juguetes para sus hijos!”, “¡caserito, pase a probar la carapulcra con sopa seca chinchana!”. De fondo suenan Los Toribianitos con sus villancicos. Yo, como diría Gustavo Cerati, estoy ‘donde nadie sabe de mí y yo soy parte de todos’ y me camuflo con la gente para entenderla, para conocer sus preocupaciones y sus angustias. Es lo que un viejo colega decía: “perro que camina encuentra hueso”. Son estos trabajadores, la gran mayoría informales, el principal motor de nuestra economía. Son estas personas, estos compatriotas, actores principales en un engranaje que empuja el desarrollo de nuestro país, pese a la delincuencia y a la incompetencia del Estado. Se rompen el lomo día a día para sostener su hogar y no pueden ponerle pausa a su trabajo durante tres días como ha pedido el Ejecutivo, a fin de dar la impresión de que este país existe sin sobresaltos. Nada más falso. Apago el televisor.

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