
Este Búho lee con alegría que el famoso ferrocarril Lima-Huancayo-Lima operará en Semana Santa. El popular ‘Tren Macho’, porque sale cuando quiere y llega como puede, atraviesa en catorce horas nuestra cordillera y regala al viajero paisajes alucinantes de nuestros Andes. Aunque su costo es algo elevado (500 soles para el turista nacional), bien vale la pena darse ese caprichito y conocer nuestra geografía desde otra perspectiva. El destino al que llega el tren no me es ajeno.
Estuve en diversas ocasiones en la incontrastable Huancayo, capital de la región Junín. Primero, por trabajo, en 2021, cuando en plena campaña política llegamos a esa ciudad para investigar los tentáculos de Vladimir Cerrón, quien había sido dos veces gobernador. Entonces, apadrinaba políticamente al nefasto Pedro Castillo, hoy juzgado por un intento de golpe de Estado. Luego de sus gestiones, Cerrón dejó una ciudad en ruinas y en fase terminal por la maldita corrupción.
Pero pronto me daría cuenta de que aquella ciudad custodiada por el nevado Huaytapallana era más que sus políticos corruptos, sino de esa gente trabajadora y pujante. Volví dos años después con mis ‘cachorros’, en un ‘road trip’ maravilloso que hicimos por la selva central: San Ramón, La Merced, Oxapampa y Villa Rica. Decidimos que nuestro destino final para cerrar las vacaciones sería Huancayo, que entonces entraba a temporada de lluvia. Nos recibió un sol resplandeciente y un cielo tan azul como los ojos de la bella actriz Lee Remick.
Visitamos la laguna de Paca, en donde a sus orillas almorzamos cebiche de trucha y trucha frita con papita nativa sancochada y ensalada de palta. Recorrimos Torre Torre, unas formaciones rocosas que se erigen a las márgenes de la ciudad y es un lugar perfecto para tomarse fotos y observar las extensiones de estos territorios dominados en algún momento por los wankas. Asistimos a una palpa, un matrimonio tradicional huancaíno. Fuimos parte de esa celebración ostentosa y tradicional. Y nos sorprendimos con los regalos que llegaban a los estrenados esposos: un carro cero kilómetro, vacas y toros, carneros, fajos de billetes.
Las cajas de cerveza se levantaban como torres y orquestas que se sucedían una tras otra en una noche que parecía interminable. Se conoce en todo el país del espíritu festivo de los huancaínos —por eso existe esa broma que dice que cuando un zancudo pica a un huancaíno, el zancudo termina intoxicado—, pero también se sabe de su ímpetu, de su raza trabajadora.
Es una región importante para el engranaje económico del país. Es bendecida por su geografía, tiene sierra y selva. Su gastronomía es tan variada como sus climas, como los productos que siembran y que luego cosechan para enviar a la capital, por esa aorta vial que es la Carretera Central.
Un buen amigo decía que el centro alimenta Lima, por eso es que cuando realizan protestas y paros es la capital la que se queda sin reservas y los precios de las frutas y las verduras se disparan. De Huancayo también es la Faraona del cantar huanca: Flor Pucarina, quien cantaba “Huancayo lindo, tu cielo nunca olvidé / Dentro mi alma, yo siempre te llevaré”. Apago el televisor.
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