Pueblo de Pachacámac
Pueblo de Pachacámac

Este Búho aprovecha los últimos días de vacaciones de sus cachorros para distenderse lejos de la caótica Lima. Se inicia un año escolar en medio de una crisis de inseguridad como en los tiempos del insano terrorismo de Sendero Luminoso. Ahora ni los colegios se escapan de los tentáculos de la criminalidad. con granadas en sus puertas. Y nuestros hijos se exponen a estos atentados.

Frente a ese panorama terrorífico no existe autoridad con los pantalones bien puestos que enfrente este flagelo. Pero de eso ya escribiré en otra columna. Más bien, aprovechando los pocos días que quedan antes del reinicio escolar encendí mi carrito y nos fuimos en manchita a la cálida localidad de Pachacámac, a menos de una hora de Lima.

A pesar de que se erige en la frontera de la ciudad, se trata de un pueblo rural con casitas separadas por chacras y establos. La actividad agrícola y ganadera sigue siendo de las más importantes. Pero, sin duda, su fama es por los deliciosos chicharrones de chancho que allí se preparan.

Uno se topa con una chicharronería en cada esquina, y a medida que va ingresando al pueblo, los vendedores te saltan en el carro con trinche y un trozo de carne para que el visitante deguste. Ya en los puestitos, las mamitas que preparan este plato ofrecen cafecito recién pasado o jugo de fruta para acompañar.

Al ingreso también se levanta el santuario de Pachacámac, con templos que aún se conservan intactos y que siglos atrás sirvieron como lugares de culto a la madre tierra. Se cruza el río Lurín, en donde en sus buenos años se recolectaba camarones. Hoy sirve como lugar de esparcimiento de lugareños, quienes los fines de semana organizan almuerzos o parrillas a las orillas.

Tras unos minutos más de recorrido entre frondosos árboles y restaurantes campestres se va ingresando a la plaza central. Una bella glorieta es custodiada por eucaliptos y crisantemos amarillos. Mientras abuelitos cantan a Dios, los niños disfrutan a sus anchas con sus pelotas y patinetas, yo disfruto de un delicioso postre de Rosita, una de las dulcerías más conocidas del lugar. Los pachacaminos son grandes agricultores de fresas y cada cierto tiempo realizan su festival y ofrecen en ferias sus productos, como mermeladas, jaleas y postres.

En los establos ofrecen leche recién ordeñada y sus derivados, como mantequilla y queso. Además, en agosto se apertura la temporada de las Lomas de Lúcumo y una de mis actividades favoritas es el trekking con toda la familia. Hay ofertas para recorrer la comunidad y sus montañas en cuatrimoto. Si el visitante tiene buena resistencia física puede subir al mirador, después de una larga y empinada caminata.

En la cima del mirador uno contemplará la extensa costa de esta parte de Lima y el mar de Grau. A las cinco de la tarde el sol regala un espectáculo maravilloso desde ese punto, pues cae en el horizonte y todo se pinta de colores naranjas y rojizos. Siempre los vecinos son amables y ante cualquier pregunta del visitante están prestos a responder y ayudar. Pachacámac sigue siendo ese refugio limeño a donde llegaba con mis viejitos en mi infancia. Hoy lo hago con mis ‘cachorros’ y sigo encontrando aquí un lugar de tranquilidad, a pesar de que se encuentre al límite de una ciudad caótica y sanguinaria como Lima. Apago el televisor.

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