Este Búho, casi siempre, llega a la medianoche a su casa. Un baño con agua caliente y agarro un libro o me pongo a hacer zapping en la televisión. Navego por el streaming y con frecuencia vuelvo a películas o series que me impactaron. Una de las que me enganchó fue ‘Breaking bad’. Una serie creada por Vince Gilligan, que duró cinco temporadas, del 2008 al 2013, y sigue siendo una de las más vistas en una conocida plataforma de streaming.
El actor principal, Bryan Cranston, se hizo conocido por trabajar con el creador de la serie en ‘Los expediente secretos X’. El argumento es alucinante. Primero, la locación. Está ambientada en la ciudad de Albuquerque, la más poblada del estado de Nuevo México.
Allí vive un profesor de química de un colegio, Walter White, que hubiera podido ganar el Premio Nobel de Química, pero a diferencia de su colega que se queda con su enamorada y la fórmula y se hace millonario, Walter vive de su humilde sueldo de profesor de secundaria y tiene a su esposa embarazada y a un hijo adolescente con discapacidad.
Para ayudar a su presupuesto familiar, trabaja lavando autos para un jefe abusivo, migrante de algún país balcánico. Una mañana se desmaya en la lavandería de autos. Despierta en el hospital y el médico le da una noticia que cambiará su vida y el desarrollo de la serie. Pese a no ser fumador, tiene cáncer terminal al pulmón y le quedan siete meses de vida. El mundo se le vino abajo.
Una tarde cuando acompañaba a su cuñado policía de la DEA, en una redada contra vendedores de metanfetamina, ve huir a un antiguo alumno suyo: Jesse Pinkman. White lo busca y le propone un trato increíble: le plantea ingresar al negocio de la venta de metanfetamina. ‘Yo la fabrico, tú la vendes’. No le dice sus motivos. A partir de allí, la serie dará un vuelco.
Tuco Salamanca
Por un lado, la vida hogareña de los White, trastocada por la noticia del cáncer terminal de Walter, y, por otro, las andanzas de la pareja para mezclarse con el psicópata cabecilla de la distribución de narcóticos, Tuco Salamanca.
La calle no está hecha para un profesor de química blanco moribundo y un joven ‘looser’ drogadicto y sin rumbo. Esta pareja logra capturar al televidente. White vive, literalmente, una doble vida: en el colegio y en su casa. Más aún si tiene a un cuñado que es el jefe de la DEA y está empeñado en capturar a quien cocina el ‘mejor cristal (anfetamina) del mundo’.
White salva el pellejo, porque sus profundos conocimientos de química le permiten fabricar la mejor droga, aun supliendo insumos básicos que son difíciles de comprar. Los narcos lo respetan, pero un psicópata como Tuco, acorralado, es un perro rabioso. White tiene un objetivo: juntar 700 mil dólares para dejarle a su esposa e hijo antes de morir.
Jesse no sabe por qué trabaja con White. Sus padres lo han expectorado, le quitaron la casa, no logra conseguir un empleo digno porque lo único que sabe hacer es drogarse y vender droga. Ambos, sin quererlo, tienen que matar, robar, para continuar con la cruzada de White.
Bajan a los infiernos en el desierto de Nuevo México con psicópatas latinos o con unos ‘yonkis’ norteamericanos que tienen un niño pequeño, al que no alimentan por estar drogándose todo el día. No hay sueño americano en Albuquerque.
La esposa del implacable jefe de la DEA es una cleptómana, en una sociedad donde el más grande ascenso para un policía es ir a cazar mexicanos ilegales que intentan cruzar el río Bravo. White, a medida que avanza su mal y se hunde en el tráfico de drogas, adquiere una personalidad dominante, que choca con la de su esposa Skyler (Anna Gunn), quien sospecha de su doble vida.
¿Cómo hace para pagar su costoso tratamiento oncológico? Esa parte también es estremecedora y hará llorar a quienes tienen un pariente que ha enfrentado esa enfermedad. ‘Breaking bad’ es una serie terriblemente dramática, pero con brillantes chispazos de humor negro. Si aún no la han visto, búsquenla. Apago el televisor.
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