
Este Búho tiene en sus manos el libro ‘Biografía Política. Vargas Llosa, su otra gran pasión’. Se trata de una publicación escrita por uno de los hombres más cercanos del Premio Nobel peruano: Pedro Cateriano, abogado, catedrático y político. Saben mis lectores que este columnista es vargasllosiano hasta los huesos y siempre me han interesado todas las investigaciones que se hacen con respecto al autor de ‘Conversación en la Catedral’.
El libro editado y publicado por Editorial Planeta es un relato minucioso, puntilloso y bien documentado sobre la agitada vida política de Vargas Llosa desde su adolescencia hasta el ocaso. Pero no solo la política impera entre las páginas de este libro, sino la sazonan anécdotas y detalles desconocidos que tuvo a bien, y con buen criterio, revelar Cateriano sobre el arequipeño.
Por supuesto que la agitada vida política de nuestro más grande intelectual no inició con su frustrada candidatura presidencial, sino muchas décadas atrás, cuando descubrió un Perú en miniatura en el colegio militar Leoncio Prado, a donde llegó empujado por su padre, quien pretendía quitarle el afán y el vicio inútil de la literatura.
Ernesto Vargas, el padre, logró todo lo contrario, ya que fue en ese espacio donde Varguitas forjó a fuego su vocación literaria. Es más, esa formación castrense le sirvió en su oficio de escritor. Cateriano recuerda una anécdota en su casa de playa de Cerro Azul, pues mientras todos sus invitados disfrutaban del mar desde el amanecer hasta el almuerzo, el disciplinado Vargas Llosa se encerraba a escribir y leer para cumplir de manera cabal y habitual su horario de trabajo. Era una rutina impostergable. Luego decidió postular a la Universidad de San Marcos.
En esta casa de estudios la semilla terminó de germinar y brotaron con firmeza sus ideologías políticas, que naturalmente fueron evolucionando conforme iba descubriendo el mundo y la naturaleza humana. Pero siempre y hasta ahora enraizada en una firme convicción: la libertad como base fundamental de una sociedad.

Cateriano se pregunta en el libro: ¿Por qué San Marcos y no la Católica? Vargas Llosa responde: “Yo iría a la nacional, la de los cholos, ateos y comunistas”. En la Decana de América, el escritor se adhirió al Partido Comunista, puntualmente a la célula clandestina ‘Cahuide’, en donde fue el camarada ‘Alberto’. Muy pronto se desilusionaría, pues descubrió una doctrina ‘vertical, sin posibilidad de discrepancia ni debate democrático’.
Desde su juventud abrazó el socialismo como una ideología que ‘crearía un mundo generoso sin explotados ni explotadores’ y cimentada en el respeto irrestricto a la libertad de opinión y de prensa. En 1962, como periodista, llega a Cuba en plena revolución, ve una isla en jolgorio, que alaba y proclama a su comandante como un héroe. Se contagió de esa efervescencia. Enseguida congenió con la revolución cubana, liderada por el dictador Fidel Castro. Creía firmemente que ese era el camino para el desarrollo social, cultural, económico y político de América. Vio con ilusión ese socialismo ‘no sectario, que permitía la crítica, la diversidad y hasta la disidencia’.
Una desilusión total para Mario Vargas Llosa
Creía que ese era el socialismo que tanto deseaba para las naciones y, sobre todo, para su país. Sin embargo, en el año 66 se va contra la realidad, cuando la dictadura castrista revela su verdadero rostro, la de un régimen opresivo, intolerante, que atropella la libertad de pensamiento, de opinión y de prensa. Una dictadura que reúne en campos de concentración a delincuentes comunes, pero también a sus opositores, artistas y homosexuales.
Una desilusión total para Vargas Llosa. En una carta furibunda, junto a otros intelectuales, rompe relaciones con la revolución. Pero también marca distancia de sus colegas Gabriel García Márquez y Pablo Neruda, quienes prefieren seguir disfrutando de las gollerías de una izquierda abusiva, antes de tomar distancia y denunciarla.
El Nobel peruano diría en una entrevista sobre la decisión de Gabo: “Es mucho mejor para un escritor estar con Cuba que estar contra Cuba. Se libraba del baño de mugre que recibimos los que adoptamos una postura crítica”. Este distanciamiento de la revolución cubana marcaría un parteaguas para el escritor, pues significaría su ‘libertad’, pero exactamente una libertad para decir lo que piensa sin hacer concesiones, ni aceptar chantajes.
Ya consagrado, se dedica a la docencia y es cuando viaja a Londres a enseñar. Este viaje marcaría un definitivo quiebre en su vida, pues descubrió la figura política de la ‘Dama de hierro’, Margaret Thatcher. Entonces congenia totalmente con el liberalismo, un pensamiento del que no se ha alejado hasta estos últimos días. Pero de ese Vargas Llosa ya hablaremos en otra columna. El libro se lee de forma ágil y está ilustrado con fotos inéditas y cartas que Cateriano, el autor, ha desempolvado de la bóveda del escritor en la Universidad de Princeton. Está escrita, y es evidente, desde la admiración, el respeto y el cariño que Cateriano le tiene a quien lo adoptó como un hijo. Es una mirada en la que se analiza ese fuego político que hasta hoy arde en las entrañas de Vargas Llosa. Apago el televisor.
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