
Este Búho cierra su semana en casa, con una copita de vino tinto, revisando los estrenos en las plataformas de streaming. Muchos lectores me han pedido que comente sobre el último fenómeno de Netflix: ‘Adolescencia’, una producción inglesa que ha causado revuelo en el mundo. En su primer mes llegó casi a los 100 millones de reproducciones.

Y es que la miniserie aborda esa problemática tan poco atendida por la sociedad: esas mallas que se van tejiendo en las redes sociales y van transformando y degenerando personalidades, autoestimas y valores en nuestros hijos.
En un lenguaje que los viejos aún no desciframos o nos cuesta entender. Más allá de su pulcra narrativa visual, en la que se ha utilizado tomas únicas en sus 4 capítulos y hace que el espectador se sienta inmerso en la historia, el fondo de la serie de Netflix tiene que ver con los vínculos interpersonales que los muchachos van forjando en tiempos de internet.
Jamie Miller (Owen Cooper) es un jovencito de 13 años acusado de asesinato. Se trata de un adolescente normal, inteligente, bien criado. De clase media. Su padre, un plomero; su madre, ama de casa; y su hermana, estudiante como él. Nada haría sospechar que se trata de un pequeño criminal.
El crimen es el punto de partida para que se vaya descubriendo ese submundo en el que navegan Jamie y sus amiguitos del colegio. Están en la edad del descubrimiento, del cuestionamiento y son tan vulnerables como influenciables.
Las redes sociales entonces juegan un rol fundamental y decisivo, porque moldean su carácter, su personalidad, su manera de ver el mundo. Es una ventana al conocimiento, pero también al abismo.
El hambre por ser popular, por ser atractivo es cada vez más feroz. Tanto como el rechazo y la burla, que a esa edad puede ser trágica. Mientras vamos viendo ese mundillo oscuro en la que habitan los adolescentes de la escuela, también observamos a una familia que se desmorona, que cae en un saco del que no puede salir.
Sentimos la angustia de un padre -interpretación magnífica del actor Stephen Graham- que estoicamente y durante el transcurso del tiempo va cayendo hasta un punto en el que no puede soportar más. La escena final es un dardo al corazón y quienes somos padres sentimos ese dolor en carne propia.
En la serie descubrí palabras que nunca había oído, como ‘incel’ (que viene del inglés involuntary celibate: célibe involuntario), una comunidad virtual de muchachos que por diversos motivos no pueden socializar con mujeres y son incapaces de llegar a tener relaciones sexuales con estas.
Desde esta ideología nace su aversión hacia las chicas y se manifiesta con frases misóginas y hasta agresiones violentas, porque las culpan de su infortunio.
Estamos frente a una serie que nos empuja a analizar desde diversos ángulos lo que está pasando con las nuevas generaciones, hipnotizadas por las pantallas del celular. Nos empuja a estar más atentos en nuestro rol como padres y a detectar señales de alarma.
Propone difundir ‘Adolescencia’ en la escuelas secundaria
Ha sido tanto el impacto de esta producción que el primer ministro británico, Keir Starmer, expresó su respaldo a la iniciativa de difundir ‘Adolescencia’ de forma gratuita en las escuelas secundarias de todo el país, para que el mayor número de adolescentes pueda reflexionar sobre los temas que aborda.
No ha sido fácil para este columnista ver la miniserie. Soy padre y me cuestiono si la educación que le estoy dando a mis ‘cachorros’ es suficiente, si realmente los estoy cuidando bien o debo protegerlos más. Si les he dado la confianza suficiente como para que ellos no tengan la necesidad de ocultarme nada. Es ese cuestionamiento interno al que nos lleva el mayor mérito de ‘Adolescencia’. Apago el televisor.
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